26 de Julio: San Joaquín y Santa Ana - Día de los Abuelos

San Joaquín y Santa Ana

Una antigua tradición, datada ya en el siglo II, atribuye los nombres de Joaquín y Ana a los padres de la Virgen María. El culto aparece para Santa Ana ya en el siglo VI y para San Joaquín un poco más tarde. La devoción a los abuelos de Jesús es una prolongación natural al cariño y veneración que los cristianos demostraron siempre a la Madre de Dios.

Moraban en Nazaret y, según la tradición, dividían sus rentas anuales, una de cuyas partes dedicaban a los gastos de la familia, otra al templo y la tercera a los más necesitados.

Llevaban ya veinte años de matrimonio y el hijo tan ansiado no llegaba. Los hebreos consideraban la esterilidad como algo oprobioso y un castigo del cielo. Se los menospreciaba y en la calle se les negaba el saludo. En el templo, Joaquín oía murmurar sobre ellos, como indignos de entrar en la casa de Dios.

Joaquín, muy dolorido, se retira al desierto, para obtener con penitencias y oraciones la ansiada paternidad Ana intensificó sus ruegos, implorando como otras veces la gracia de un hijo. Y así Joaquín y Ana vieron premiada su constante oración con el advenimiento de una hija singular, María. Esta niña, que había sido concebida sin pecado original, estaba destinada a ser la madre de Jesucristo, el Hijo de Dios encarnado.

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Día de los Abuelos

Que no lo lea el mundo comercial, pero la fiesta de San Joaquín y Santa Ana podría ser muy bien el "Día de los abuelos". Esta entrañable pareja, que siguió de cerca los pasos de Jesús Niño, representa a todos aquellos que ponen un especial acento de ternura en la vida de sus nietos y tienen con ellos esa sintonía tan característica entre la vida que empieza y la que declina.

Los abuelos, si bien no son los primeros protagonistas en el desarrollo humano y cristiano de los niños, juegan en él un papel importantísimo y, en ocasiones, hasta suplen lo que los padres, por unas razones u otras, no pueden hacer. Éstos llevan, en efecto, el peso de la educación de sus hijos, pero los abuelos la complementan con su experiencia, su cariño y hasta poniéndole contraste a lo que los padres hacen, cuando permiten "caprichitos" que éstos niegan. Porque los nietos y los abuelos son unos aliados entrañables y traviesos para bien del desarrollo afectivo de los niños.

En ocasiones, la función de los abuelos se convierte en especialmente necesaria, cuando por alguna circunstancia tienen que suplir la falta de sus padres o sus carencias educativas. La Iglesia les recomienda el despertar religioso de sus nietos: acercarlos a los símbolos, a los sentimientos y a las actitudes cristianas y ponerlos en contacto con el mundo religioso que para ellos es tan queridos

Por todo eso y por otras muchas razones, que a ninguno se nos escapa, los abuelos bien merecen tener un día de homenaje al año, como lo tienen los padres y las madres.

Amadeo Rodríguez

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