San Juan Bosco


Nació el 16 de agosto de 1815,  su infancia se desarrolló en la sencillez de una familia campesina, trabajadora... Quedó huérfano de padre a los dos años. Su mamá con su firmeza y su dulzura, supo llevarlos adelante, mostrándoles la presencia de Dios.

De pequeño catequizaba en medio de sus compañeros, que reunía frente a la Iglesia transmitiéndoles lo que le enseñaba su mamá o lo que aprendía en los sermones del Párroco, y también los divertía con malabarismo. Fue creciendo en el estudio: siendo pobre, alternó  el estudio con el trabajo, para costearse los libros. Fue empleado en distintas actividades.

Algo que marcó profundamente toda su vida fue un sueño que tuvo cuando tenía nueve años. En el sueño le pareció estar junto a su casa, en un paraje bastante espacioso, donde había reunida una muchedumbre de chiquillos en pleno juego. Unos reían, otros jugaban, muchos blasfemaban. Al oír las blasfemias,
se metió en medio de ellos, para hacerlos callar a puñetazos e insultos.

En aquel momento apareció un Hombre muy respetable, noblemente vestido. Su rostro era tan luminoso que no se podía fijar en él la mirada. Lo llamó por su nombre y le dijo: “No con golpes, sino con la mansedumbre y la caridad deberás ganarte a estos tus amigos. Ponte, pues ahora mismo a enseñarles la fealdad del pecado y la hermosura de la virtud”

Aturdido y espantado, dijo que era un pobre muchacho e ignorante. En aquel momento, los muchachos cesaron en sus riñas y blasfemias y rodearon al que hablaba. Sin saber casi lo que le decía, añadió:

¿Quién sois vos para mandarme estos imposibles?
- Precisamente porque esto te parece imposible, debes convertirlo en posible con la obediencia y la adquisición de ciencia.
- ¿Cómo podré adquirir la ciencia?
- Yo te daré la Maestra, bajo cuya disciplina podrás llegar a sabio.
- Pero, ¿quién sois Vos?
- Yo soy el Hijo de Aquélla, a quien tu madre te acostumbró a saludar tres veces al día. Mi nombre pregúntaselo a mi Madre.
- En aquel momento vio, junto a Él, una Señora de aspecto majestuoso, vestida con un manto que resplandecía como el sol.
Viéndolo cada vez más desconcertado, le indicó que se acercase a Ella, y tomándole de la mano:
-¡Mira! – le dijo. Al mirar se dio cuenta de que aquellos muchachos habían escapado, y vio en su lugar una multitud de cabritos, perros, gatos, osos y varios otros animales-.

He aquí tu campo, he aquí donde debes trabajar. Hazte humilde, fuerte y robusto, y lo que veas que ocurre en estos momentos con estos animales, lo deberás hacer tú con mis hijos.

Volvió  entonces la mirada, y, en vez de los animales feroces, aparecieron otros tantos mansos corderillos, que haciendo fiesta al Hombre y la Señora, seguían saltando y bailando a su alrededor. En aquel momento, siempre en sueños, se echó a llorar. Pidió a la Señora que le hablase de modo que pudiera comprender, pues no alcanzaba a entender qué quería representar todo aquello. Entonces Ella le puso las manos en la cabeza y le dijo:

- A su debido tiempo todo lo comprenderás.

Dicho esto un ruido lo despertó y desapareció la visión. Quedó muy aturdido. Por la mañana, contó el sueño: primero a sus hermanos, que se echaron a reír y,
luego a su madre y a la abuela. Cada uno lo interpretaba a su manera.

Su hermano José decía: “¡Tú serás pastor!”. Antonio, con dureza: “Capitán de bandoleros”. Su madre: “¡Quién sabe si un día serás sacerdote!” Pero la abuela dio la sentencia definitiva: “No hay que hacer caso de los sueños”.
Aunque no comprendió  su significado en aquel momento, éste se fue revelando a lo largo de toda su vida.

A los veinte años entró en el seminario y en 1841 fue ordenado Sacerdote, fue dotado de grandes dones naturales y sobrenaturales, como los grandes santos.
Tuvo el don de profecía, el don de milagros.

8 de Diciembre de 1841: se preparaba Don Bosco a rezar la Misa en la Iglesia de San Francisco de Asís. Un chico de 14 años (Bartolomé Garelli) estaba a la puerta de la sacristía mirando. El sacristán lo invitó a ayudar la santa Misa... El chico se excusa por no saber... el sacristán indignado fue a golpearlo con la caña de encender las velas y aquél se escapó.

Don Bosco, que vio todo esto se entristeció y dijo.: "Qué has hecho!! es mi  amigo... llámalo"....

El niño lleno de miedo, regresó y Don Bosco lo trató con mucho cariño y le hizo muchas preguntas. Las respuestas fueron todas negativas: Era un pobre huérfano, no tenía casa, dormía detrás de la puerta de alguna iglesia o bajo los pórticos de Turín, y no sabía nada de religión... Don Bosco lo invitó a rezar con él un Ave María y lo invitó a volver con muchos otros compañeros. En ese momento nació la Obra del Oratorio.

Don Bosco no tenía lugar para el Oratorio y fue juntando a los chicos en cualquier terreno baldío de las afueras de Turín... Cada domingo era un problema por las protestas de los vecinos, que acudían a la policía. Pero un día se le presentó un enviado del Sr. Pirando, que le propuso la venta a buen precio.... Don Bosco lo compró en cuotas. Fue así la "Casa Pinardi“ el primer oratorio estable, que fue creciendo de manera milagrosa hasta ser la casa madre de los salesianos con un complejo de grandes construcciones

Gran constructor de iglesias, entre ellas la Basílica de San Juan Evangelista, la Basílica de María Auxiliadora y la Iglesia del Sagrado Corazón en Roma donde celebró su última misa. La Basílica de María Auxiliadora en Turín fue el monumento material de la gratitud de Don Bosco a la Virgen que "lo había hecho todo..." La construcción de ese maravilloso templo fue milagrosa. Cuando el constructor suspendió los trabajos por falta de pago, Don Bosco quiso pagarle.

Don Bosco arrojó en las manos todo el dinero del monedero (0,40 centavos de aquellos). El constructor se puso pálido....
“Esto,  dijo el santo: es lo que puede pagar el pobre Don Bosco, pero pronto lo hará la Virgen y mandará dinero no sólo para la construcción del templo, sino también mandará dinero para la construcción de un gran edificio, para niños pobres".....y comenzaron los milagros.

Fundador de la Congregación de los Salesianos, comunidad religiosa con rama masculina y femenina, dedicados a la educación de los jóvenes, en especial los pobres. Les enseñaba la vida cristiana y diversos oficios. Atrajo y sigue atrayendo a multitudes de jóvenes a Cristo. La Congregación toma su nombre de San Francisco de Sales.

San Juan Bosco murió el 31 de enero de 1888,  su cuerpo permanece incorrupto en la Basílica de María Auxiliadora en Turín, Italia.  Dejando una gran obra, su congregación creció rápidamente; contando actualmente con  aproximadamente diecisiete mil miembros en 105 países, con 1.300 colegios y 300 parroquias, y se hallan establecidos en todo el mundo.

Evangelio del Domingo 4° del Tiempo Ordinario

En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos llegaron a Cafarnaúm. Al llegar el sábado entró en la sinagoga y se puso a enseñar. Y quedaban asombrados de su doctrina, porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas. Había precisamente en su sinagoga un hombre poseído por un espíritu inmundo, que se puso a gritar: «¿Qué tenemos nosotros contigo, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a destruirnos? Sé quién eres tú: el Santo de Dios». Jesús, entonces, le conminó diciendo: «Cállate y sal de él». Y agitándole violentamente el espíritu inmundo, dio un fuerte grito y salió de él. Todos quedaron pasmados de tal manera que se preguntaban unos a otros: «¿Qué es esto? ¡Una doctrina nueva, expuesta con autoridad! Manda hasta a los espíritus inmundos y le obedecen». Bien pronto su fama se extendió por todas partes, en toda la región de Galilea.
(Mc 1,21-28)

Venerable José Gabriel del Rosario Brochero

Hoy, 26 de Enero, finaliza la Semana Brocheriana 2012, a 98 años de la Pascua del Cura Gaucho al cielo, con ceremonias presididas por el Arzobispo de Córdoba, Monseñor Carlos Ñañez.
 Página oficial: 

Oración para pedir la Beatificación del Cura Brochero

Señor, de quien procede todo don perfecto, Tú dispusiste que José Gabriel del Rosario fuese pastor y guía de una porción de tu Iglesia, y lo esclareciste por su celo misionero, su predicación evangélica y una vida pobre y entregada; te suplicamos que completes su obra glorificando a tu siervo con la corona de los santos. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén

Acallar los gritos

A partir del famoso cuadro “el grito” podemos reflexionar sobre lo que escuchamos cuando nos disponemos al silencio de la oración.

En el cuadro aparecen, en el fondo, dos personas que caminan dialogando, mientras que la figura principal pareciera estar detenida en la angustia de callar lo que escucha estando solo.

En el ámbito de la oración, la voz de Dios se escucha como diálogo en el caminar de la vida. Dios, dialoga con nuestra libertad, con nuestra historia, con nuestros límites, con nuestros deseos, con nuestras pasiones, con nuestras esperanzas. Ofrece su proyecto y al mismo tiempo, escucha a aquel que se lo ofrece, lo que tiene a su vez para decir.

Y si no hay ganas de dialogar, sabe esperar y despertar el deseo del diálogo (Jn 4,1-42). Así lo hizo a lo largo de la historia con aquellos que participaron con él de su proyecto; entre ellos, María, por ejemplo (Lc 1,26-38), y hasta su propio Hijo (en un diálogo eterno el Padre se pregunta: “¿A quién enviaré?” (Is 6,8) y el Hijo responde: “Padre, aquí estoy para hacer el Proyecto” (Sal 39). Por lo cual, como vemos, nos hace bien abrir cada una de nuestras realidades al diálogo con Dios.

La voz del que tienta, en cambio, se escucha como una voz que no dialoga, sino provoca, seduce, asusta, a partir de un discurso único sobre un proyecto que se impone o se hace creer que es el que nos queda (como buen vendedor de tienda).

Para desenmascararlo y acallarlo, hay que poner a prueba su respeto y capacidad de diálogo, y si escucharlo nos paraliza o nos permite seguir caminando.

Otra señal es que su tono es de grito. Quien dialoga no grita, porque no viene a imponer nada. Si grita, es para que la voz de Dios, que sí quiere dialogar, no se pueda escuchar.

Javier Albisu sj

Evangelio del Domingo 3° del Tiempo Ordinario

Después que Juan fué entregado, marchó Jesús a Galilea; y proclamaba la Buena Nueva de Dios: «El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca; convertíos y creed en la Buena Nueva». Bordeando el mar de Galilea, vio a Simón y Andrés, el hermano de Simón, largando las redes en el mar, pues eran pescadores. Jesús les dijo: «Venid conmigo, y os haré llegar a ser pescadores de hombres». Al instante, dejando las redes, le siguieron. Caminando un poco más adelante, vio a Santiago, el de Zebedeo, y a su hermano Juan; estaban también en la barca arreglando las redes; y al instante los llamó. Y ellos, dejando a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros, se fueron tras Él.
(Mc 1,14-20)

Ejercicios Espirituales Ignacianos con el P. Ángel Rossi sj

"Hay que sentir el pensamiento
y pensar el sentimiento”

Los Ejercicios ignacianos se centran en el seguimiento de Jesús. Se trata de una cristología mística y trinitaria, por lo tanto con profundas raíces teologales, pero sin embargo su acento particular reside en la propuesta antropológica que vehicula tal teología.

Como lo recordaba el P. Arrupe, la primera palabra de los Ejercicios es “el hombre”. Los Ejercicios ignacianos son finalmente ejercicios del corazón humano confrontado con el Corazón de Dios.

El Corazón de Dios está encarnado en Jesús, su Cristo. La devoción católica del Sagrado Corazón de Jesús ha tenido en la espiritualidad ignaciana un aliado estratégico de primera importancia. En la historia del arte religioso cristiano el símbolo del corazón es asociado directamente con la arquitectura y espiritualidad de la Compañía de Jesús.

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Semana Brocheriana 2012

Del 18 al 26 de Enero se realizará la tradicional semana Brocheriana con el lema: "Brochero y su predicación evangélica".

Habrá actividades cada día según se aprecia en el afiche que acompaña este nota o bien entrando en la página oficial http://www.curabrochero.org.ar/

Oración al Hijo para desear el Don del Padre

Concédeme el deseo de los Magos,
que de noche ven tu estrella,
para cruzar de ella agarrado,
cuando nada más se vea.

Concédeme el deseo de Simeón,
esperándote a la puerta,
para soñar hasta el final,
el cumplir de tu promesa.

Concédeme el deseo de San José,
que a tus proyectos des da vuelta,
para dejar en el amor
lo que no entra en la cabeza.

Concédeme el deseo de María,
que se entiende bien pequeña,
para decirte siempre sí,
porque sí dice la sierva.

Concédeme el deseo de Juan y Andrés,
discípulos del Bautista,
para estar contigo,
concerte y seguirte.

Concédeme el deseo de la mujer,
que por detrás de ti se llega,
para tocar con fe tu manto
y robarte así tu fuerza.

Concédeme el deseo del leproso,
que las barreras da por tierra,
para esperar y de tu abrazo,
él curarse de mi lepra.

Concédeme el deseo de la viuda,
que se pone como ofrenda,
para ponerme así como ella,
en lugar de dar monedas.

Concédeme el deseo de aquel niño,
que comparte su merienda,
sus dos panes y cinco peces,
para entregar de lo que es mío,
para que otro también tenga.

Concédeme el deseo de la mujer,
que recoge por debajo de tu mesa,
para con pocas migajas,
entender que se hace fiesta.

Concédeme el deseo de aquel ciego,
que en el camino logró que te detengas,
para ver en el amor,
lo que el pecado siempre ciega.

Concédeme el deseo de Zaqueo,
que en su casa te acogiera,
para querer estar los dos
y repasar juntos las cuentas.

Concédeme el deseo del ladrón,
clavado a tu derecha,
para saberme ya en tu reino,
porque tu amor de mí se acuerda.

Concédeme el deseo de José,
el que nació en Arimatea,
para pedir tu cuerpo santo
y esperar que en mí florezca.

Concédeme el deseo de tu Pueblo,
que humilde te confiesa,
para curar entre tus manos,
lo que sólo con misericordia cierra.

Concédeme el deseo de tu Iglesia,
que es madre y es maestra,
para que al soplo de tu Espíritu,
oriente yo mi vela.

P. Javier Albisu sj (modificado)

Evangelio del Domingo 2° del Tiempo Ordinario

En aquel tiempo, Juan se encontraba de nuevo allí con dos de sus discípulos. Fijándose en Jesús que pasaba, dice: «He ahí el Cordero de Dios». Los dos discípulos le oyeron hablar así y siguieron a Jesús. Jesús se volvió, y al ver que le seguían les dice: «¿Qué buscáis?». Ellos le respondieron: «Rabbí —que quiere decir “Maestro”— ¿dónde vives?». Les respondió: «Venid y lo veréis». Fueron, pues, vieron dónde vivía y se quedaron con Él aquel día. Era más o menos la hora décima. Andrés, el hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que habían oído a Juan y habían seguido a Jesús. Éste se encuentra primeramente con su hermano Simón y le dice: «Hemos encontrado al Mesías» —que quiere decir, Cristo—. Y le llevó donde Jesús. Jesús, fijando su mirada en él, le dijo: «Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas» —que quiere decir, “Piedra”.
(Jn 1,35-42) 

Dialogar desde el límite

La imagen de hoy tiene mucho que ver con nuestra oración aunque no lo parezca. Nuestra experiencia más honda es la que atraviesa entre el límite y la plenitud, entre el vacío y lo lleno, entre lo finito y lo infinito. Y dentro de esa experiencia más honda se realiza nuestra oración, nuestro diálogo con Dios.

Vamos a Él, que al dejar su huella en nosotros, nos deja ardiendo en deseos de encontrarlo, y con Él, de hallar la paz de la plenitud alcanzada. Nuestra oración nos dice, que eso que deseamos y parece inalcanzable, es una Palabra con la que se puede “dialogar”, en un lenguaje común y distinto a la vez, porque es Palabra hecha Carne. De ahí que los que hablan, conozcan de lo que hablan.

Y es que del mismo modo que la Palabra amorosa que Dios es, se hizo Carne, también tomó la iniciativa de hacernos participar de su “Diálogo Hacedor”. Dios quiso hacernos interlocutores finitos, limitados pero válidos, de su infinito e ilimitado amor. De ahí que también nosotros conozcamos algo de ese Amor en el que hablamos. Y hablamos con Dios en nuestra oración y en toda nuestra vida (como en un diálogo continuo), de nuestra búsqueda de esa realidad que nos llena y plenifica, que nos hace ir detrás de Él, atravesando por las cosas (en las que muchas veces nos quedamos).

Por eso, San Ignacio, para ayudar al que busca y camina, le hace “sentir y gustar” a Dios, en el mismo deseo de “más”, en el mismo “límite”, pero no ya de lo que bordea lo finito, sino lo infinito; no ya de lo que bordea lo que no alcanza, sino de lo que alcanza a tocar, en el mismo deseo de plenitud, de esa Palabra Amorosa que se le acerca a dialogar, en clave de esperanza prometida y promesa comenzada en esperanza.

Javier Albisu sj

Campamento Vocacional 2012

Como comunidad discipular en camino, desde el Seminario Mayor ofrecemos este espacio cuyo fin es poder ayudar a los jóvenes que se encuentran realizándose la pregunta de si Jesús, los esta invitando a seguirlo y participar de modo peculiar en su obra salvadora.

El mismo esta dirigido a varones entre 17-25 años. Se busca propiciar un encuentro profundo con Jesús. Lo hacemos mediante charlas, trabajo en grupo, deporte y recreación, momentos de compartir con los seminaristas, sacerdotes, agentes pastorales y matrimonios que ayudan a realizarlo.

La idea del campamento surge de la posibilidad de ofrecer a los muchachos que se acercaban a los sacerdotes de nuestras comunidades, un espacio que les permita con mayor fuerza preguntarse sobre su vocación.

El campamento se desarrolla en 4 días, por lo general en la primera semana de febrero, desde el día jueves por la tarde y terminado el domingo. Cada día tiene su propia temática, la cual es favorecida por el trabajo personal, momentos de oración, misa, día de desierto, juegos, fogón, río, caminatas, charlas, mates, pero sobretodo compartiendo la experiencia de conocer a Jesús.

Para los seminaristas este espacio es muy importante. En él podemos tender nuestra mano a tantos muchachos, que también como nosotros un día, le preguntan a Jesús: “Maestro ¿donde vives?”, como así también podemos comunicar la alegría de habernos encontrado con Jesús, que el es lo mejor que nos pasó en  la vida (cfr. DA 29).

Si te animás… te esperamos.

Teléfonos: (0351) 4270808/153535385

Recibir la Comunión en la mano

Una mano abierta que pide, que espera, que recibe. Mientras los ojos  miran al Pan eucarístico que el ministro ofrece y los labios dicen "amén". ¿No es una actitud expresiva para recibir el Cuerpo de Cristo?

Hay varios gestos simbólicos en torno a la comunión: la fracción del pan, la procesión hacia el altar cantando, el participar tanto del Pan como del Vino, el que el Pan sea consagrado en la misma celebración, etc.

El modo de realizar este rito debe ser expresivo de cómo entendemos el Misterio de la autodonación de Cristo, precisamente en el momento culminante del sacramento. Esta vez vamos a reflexionar sobre el "nuevo" —pero no tanto— modo  de recibir la comunión: en la mano.

 La mano como un trono

Durante varios siglos la comunidad cristiana mantuvo con naturalidad la costumbre de recibir el Pan eucarístico en la mano. Hay testimonios numerosos de diversas zonas de la Iglesia: África, Oriente, España, Roma, Milán... Como el de Tertuliano, en su tratado sobre la idolatría, en que se queja de que algunos puedan con la misma mano recibir al Señor y luego acercarse a los ídolos; él comenta que estas manos "son dignas de ser cortadas".

El más famoso de estos testimonios es el documento de san Cirilo de Jerusalén, en el siglo IV, que en sus catequesis sobre la Eucaristía nos describe cómo se acercaban los cristianos a la comunión: "cuando te acerques a recibir el Cuerpo del Señor, no te acerques con las palmas de las manos extendidas ni con los dedos separados, sino haciendo de tu mano izquierda como un trono para tu derecha, donde se sentará el Rey. Con la cavidad de la mano recibe el Cuerpo de Cristo y responde Amén... "

Naturalmente las pinturas y relieves de la época reflejan esta costumbre de recibir la comunión en la mano extendida. Y además durante un tiempo y en varias regiones se daba con igual espontaneidad la costumbre de que los cristianos pudieran llevar el pan consagrado a sus casas, el domingo, para poder comulgar ellos mismos a lo largo de la semana.

• El cambio a la boca

Poco a poco, y por diversas razones, cambió la sensibilidad del pueblo cristiano respecto al modo de comulgar.

El paso a recibir el Cuerpo del Señor en la boca no se hizo por decreto ni uniformemente. En algunos lugares a lo largo de los siglos VII-VIII ya se empezó a pensar que las mujeres era mejor que no recibieran la comunión en la mano directamente, sino que usaran un paño limpio sobre la misma. Otros lo extendieron pronto también a los hombres. Y por fin (y no precisamente empezando de Roma) se fue generalizando la costumbre de depositar la partícula consagrada del Pan directamente en  la boca.

Los motivos de tal cambio no son fáciles de concretar, porque tampoco fueron uniformes en las diversas regiones:

* Puede ser que en algunas influyera el miedo de profanaciones de la Eucaristía por parte de los herejes, o de prácticas supersticiosas, que disminuirían si la comunión se recibía en la boca (aunque estos hechos sacrílegos siguieron existiendo también siglos más tarde, con el nuevo modo).

* Otros pensaron que la nueva forma de comulgar ponía más de manifiesto el respeto y la veneración a la Eucaristía, en un periodo en  que se fue acentuando progresivamente este aspecto de adoración y de  misterio.

* Pero sobre todo parece que la razón de la evolución fue la nueva sensibilidad en torno al papel de los ministros ordenados, en contraste con los simples fieles; se fue acentuando la valoración de los sacerdotes y paralelamente el alejamiento de los laicos: estos ya en el siglo IX —que  es cuando más decididamente se cambió el rito de la comunión— no  entendían el latín, el altar ya estaba de espaldas, el pan se convirtió en pan ácimo, ya no participaban en el Cáliz... De allí a considerar que las únicas manos que podían tocar la Eucaristía eran las sacerdotales no hubo más que un paso.

Varios concilios regionales del siglo IX ya establecían como normativo que los laicos no podían tocar con sus manos el Cuerpo del Señor: así el de París (829), Córdoba (839), Rouen (878), etc. En Roma la nueva modalidad de la comunión en la boca entró hacia el siglo X (Ordo Romanus X, del año 915).

Las pinturas y demás representaciones de la época ya empezaron a reflejar la nueva costumbre, proyectándola también al pasado: Jesús aparece con frecuencia dando la comunión a sus apóstoles en la boca...

En conjunto, el nuevo rito de depositar la comunión en la boca fue una costumbre —y luego una norma— que respondía adecuadamente a la comprensión global del misterio eucarístico, y hay que considerar que sigue siendo un modo digno de celebrar el rito de la comunión, aunque no el único.

• Recuperación de la práctica antigua

Con ocasión de la reforma litúrgica conciliar fue creciendo el deseo de que los fieles pudieran recibir la comunión en la mano, restaurando así la vieja costumbre.

Desde Roma se hizo a fines de 1968 una consulta al Episcopado de todo el mundo, que dio como resultado que más del tercio del mismo veía la posibilidad con buenos ojos. Ante la falta de unanimidad —los otros dos tercios preferían seguir con la comunión en la boca— apareció en 1969 la Instrucción "Memoriale Domini", donde, manteniendo la vigencia de la comunión en la boca, se establecía el camino a seguir: en aquellas regiones en que el Episcopado lo juzgue conveniente por más de dos tercios de sus votos, se podrá dejar a los fieles la libertad de recibir la comunión en la mano, salvando siempre la dignidad del sacramento y la oportuna catequesis del cambio.

Así muchos Episcopados —ahora ya en mayor proporción favorable— fueron pidiendo y obteniendo esta facultad. El de España, por ejemplo, la pidió oficialmente a fines de 1975, y recibió la respuesta afirmativa en febrero de 1976. Ello sucedió, por cierto, después de un período —demasiado largo— en que la indecisión propia y la delantera que nos tomaron otros países vecinos engendrara no poca tensión en nuestras comunidades.

El decreto de concesión dejaba en libertad a cada Obispo para  introducir o no en sus respectivas diócesis el nuevo modo de comulgar. Va también relacionado este hecho con la otra "novedad" que se estableció en 1973: que también los laicos pueden ser llamados en determinadas circunstancias al ministerio de la distribución de la Eucaristía dentro y fuera de la celebración.

• Motivos de una preferencia

Los dos modos de recibir el Cuerpo del Señor tienen sentido, y los dos  pueden expresar igualmente nuestra comprensión y nuestro respeto al  misterio eucarístico. Son varios, sin embargo, los motivos que han llevado a muchos a preferir la comunión recibida en la mano:

* Parece un modo más natural de realizar el rito; es más normal depositar lo que se ofrece en la mano que en la boca.

* Es más delicado y más respetuoso con la persona que va a comulgar, que así tiene también una intervención más activa en la comunión: la recibe del ministro eclesial, pero a la vez es él que "se comulga" a sí mismo; recibirla en la boca expresa bien que "recibimos" la Eucaristía por mediación de la Iglesia, pero hace menos transparente nuestra intervención activa en el rito.

* Es más fácil el diálogo que acompaña al gesto: "Cuerpo de Cristo",  "Amén": no se dice mientras se tiene que abrir la boca, sino mientras se recibe en la mano.

* Expresa más claramente la dignidad del cristiano laico: por el Bautismo todos formamos parte del pueblo sacerdotal, todos somos hijos y hermanos en la familia de la Iglesia; esta modalidad "debe aumentar en él el sentido de su dignidad de miembro del Cuerpo Místico de Cristo, en el cual está insertado por el Bautismo y por la gracia de la Eucaristía, y acrecentar también su fe en la gran realidad del Cuerpo y de la Sangre  del Señor, que él toca con sus manos" (carta anexa a la instrucción "Memoriale Domini").

• El sentido de una mano extendida que recibe

Nuestras manos tienen evidentemente una gran fuerza expresiva. En  muchas ocasiones se convierten en nuestro lenguaje más elocuente, junto con la mirada. Manos como signo de  actividad, de trabajo, de fraternidad. Manos consagradas de sacerdote. Manos que se lavan antes de la Eucaristía como signo de purificación interior. Manos que se elevan, vacías hacia el cielo en gesto de oración. Manos que ofrecen o que reciben. Todo ello nos habla de unas manos que se convierten en un retrato simbólico de las actitudes interiores. Alguien ha dicho que la mano es la inteligencia hecha carne.

Acudir a la comunión con la mano abierta quiere representar plásticamente una actitud de humildad, de espera, de pobreza, de disponibilidad, de acogida, de confianza. Ante Dios, nuestra postura es la del que pide y recibe confiadamente. Y la comunión del Cuerpo de Cristo es el mejor Don gratuito que recibimos a través del ministerio de la Iglesia.

Esa mano tendida habla claramente de nuestra fe y de nuestra postura  interior de comunión. Las dos manos abiertas y activas: la izquierda, recibiendo, y la derecha  apoyando primero a la izquierda, y luego tomando personalmente el Cuerpo del Señor: dos manos que pueden ser signos elocuentes de un respeto, de una acogida, de un "altar personal" que formamos agradecidos al Señor que se nos da como alimento salvador.

• No "agarrar", sino "recibir"

El decidirse por la mano o por la boca a la hora de comulgar no tiene excesiva transcendencia. Ambas maneras pueden ser respetuosas y expresivas.

Pero hay un aspecto que sí vale la pena subrayar: no es lo mismo "tomar" la comunión con la mano que "recibirla" del ministro. El recibir los dones de la Eucaristía, el Cuerpo y Sangre de Cristo, de manos del ministro (el presidente o sus ayudantes) expresa mucho mejor la mediación de la Iglesia. Los sacramentos no los tomamos nosotros, sino los recibimos de y por y en la Iglesia. La comunión no debe convertirse en un "self-service", sino una celebración expresiva no sólo del sentido personal del don sino también de su dimensión comunitaria.

Parece que durante siglos, tanto en Oriente como en Occidente, la  norma no fue que ni los mismos ministros concelebrantes "tomaran" la comunión con sus manos, sino que la recibieran del celebrante principal. Algunos ritos orientales, como el armenio o el nestoriano, todavía conservan la costumbre de que los presbíteros concelebrantes "reciben", y no "toman" personalmente de la mesa del altar el Cuerpo del Señor.

Incluso para los sacerdotes tiene más sentido que "reciban" la Eucaristía del ministro principal, como del mismo Cristo, expresando así más claramente que la Eucaristía, también para ellos, es un Don. Al igual que han escuchado la Palabra proclamada por otro ministro, sin proclamarla personalmente ellos. Entre nosotros la norma actual para la concelebración es que pueden o bien acercarse al altar y toman con reverencia el Cuerpo de Cristo, o bien permanecer en su sitio y tomar el Cuerpo de Cristo de la patena que el celebrante principal —u otro de los concelebrantes— sostienen (IGMR 197).

No es, por tanto, un modo expresivo de realizar el rito de la comunión el que el sacerdote deje sobre el altar la cesta o la patena con el Pan eucarístico y se vaya a sentar, dejando que los fieles lo tomen ellos mismos. Es mucho más transparente de lo que es la Eucaristía el que él mismo —y si hace falta con la ayuda de otros ministros— distribuya la comunión. Es Cristo el que nos da su Cuerpo y Sangre. Y el presidente es en la celebración su signo visible, el que hace sus veces.

Lo mismo se tiene que decir de la costumbre de pasar de uno a otro la cesta del pan: puede parecer que así queda bien expresada la participación personal y a la vez la servicialidad fraterna hacia los demás. Pero en el momento actual, y siguiendo la norma del Misal, es mejor subrayar la mediación eclesial de esta distribución por parte del ministro.

La Eucaristía no es un hecho meramente personal (agarrarla cada uno) ni tampoco sólo un gesto de fraternidad (pasarla uno a otro): sino un sacramento de comunión eclesial que también incluye la mediación vertical por medio de sus ministros.

Sea cual sea la forma exterior del rito, lo que de veras importa es su finalidad última: que el cristiano que comulga entre en sintonía agradecida con el Don de Cristo, que responda interiormente, con fe y amor, a la donación del Cuerpo y Sangre de Cristo. Y que exprese que esto sucede en el ámbito de la acción eclesial, no sólo en clave de  devoción personal.

• Otras observaciones prácticas

El gesto es libre. Una vez que el Episcopado ha decidido, es el fiel el que opta por un modo u otro de comulgar, no el ministro el que lo impone ni en un sentido ni en otro según su gusto o preferencia.  Una oportuna catequesis puede preparar a los fieles a entender la razón de ser del nuevo gesto, sobre todo las primeras veces que se realiza, y a partir ya de la preparación de los niños a la primera comunión.

El cambio no se elige porque hace bonito o es moda, sino que se debe convertir en ocasión de manifestar más expresivamente la fe y la reverencia hacia la Eucaristía. Y eso depende en gran medida de la catequesis.

El modo más expresivo es el de extender la mano izquierda, bien abierta, haciéndole con la derecha, también extendida, "como un trono", como decía san Cirilo, para luego con la derecha tomar el Pan y comulgar allí mismo, antes de volver a su lugar. No se "coge" el Pan ofrecido con los dedos—a modo de pinzas—sino que el ministro lo deposita dignamente en la palma abierta de la mano. No se agarra: se acoge.

Naturalmente que cuando se va a recibir el Vino por "intinción", mojando en él el Pan, no cabe dar en la mano el Pan ya mojado: o se da en la boca, o es el mismo fiel el que moja en el cáliz el Pan que ha recibido.

Hay que dar su importancia al diálogo: el ministro que distribuye la Eucaristía muestra el Pan o el Vino al fiel, dice "Cuerpo de Cristo", o "Sangre de Cristo", y espera la respuesta del "Amén" para entregar pausadamente la comunión.

JOSÉ ALDAZÁBAL SDB
(Doctor en Liturgia)
Gestos y Símbolos (I)
Dossiers CPL 24
Barcelona 198.Págs. 45-50

Fiesta del Bautismo de Jesús


En aquel tiempo, predicaba Juan diciendo: «Detrás de mí viene el que es más fuerte que yo; y no soy digno de desatarle, inclinándome, la correa de sus sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero Él os bautizará con Espíritu Santo». Y sucedió que por aquellos días vino Jesús desde Nazaret de Galilea, y fue bautizado por Juan en el Jordán. En cuanto salió del agua vio que los cielos se rasgaban y que el Espíritu, en forma de paloma, bajaba a Él. Y se oyó una voz que venía de los cielos: «Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco».
(Mc 1,7-11) 

Fiesta de la Epifanía


Nacido Jesús en Belén de Judea, en tiempo del rey Herodes, unos magos que venían del Oriente se presentaron en Jerusalén, diciendo: «¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Pues vimos su estrella en el Oriente y hemos venido a adorarle». En oyéndolo, el rey Herodes se sobresaltó y con él toda Jerusalén. Convocó a todos los sumos sacerdotes y escribas del pueblo, y por ellos se estuvo informando del lugar donde había de nacer el Cristo. Ellos le dijeron: «En Belén de Judea, porque así está escrito por medio del profeta: ‘Y tú, Belén, tierra de Judá, no eres la menor entre los principales clanes de Judá; porque de ti saldrá un caudillo que apacentará a mi pueblo Israel’».
Entonces Herodes llamó aparte a los magos y por sus datos precisó el tiempo de la aparición de la estrella. Después, enviándolos a Belén, les dijo: «Id e indagad cuidadosamente sobre ese niño; y cuando le encontréis, comunicádmelo, para ir también yo a adorarle».
Ellos, después de oír al rey, se pusieron en camino, y he aquí que la estrella que habían visto en el Oriente iba delante de ellos, hasta que llegó y se detuvo encima del lugar donde estaba el Niño. Al ver la estrella se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa; vieron al Niño con María su madre y, postrándose, le adoraron; abrieron luego sus cofres y le ofrecieron dones de oro, incienso y mirra. Y, avisados en sueños que no volvieran donde Herodes, se retiraron a su país por otro camino.
(Mt 2,1-12)

Horarios de Enero


Informamos a la comunidad que durante el mes de Enero se no se celebrarán en nuestra parroquia las Misas de los días de semana, manteniéndose los días sábado a las 20 horas y los domingos a las 11 y a las 20.

Hay Misas diarias a las 20 horas en la Capilla María Madre de las Vocaciones (Av. Núñez 5423) y en la Parroquia del Espíritu Santo (Beverina 2015, Cerro)

Asimismo hacemos saber que la secretaría parroquial, durante la primera quincena de Enero, atenderá únicamente los sábados de 17 a 19:30 horas, y en la segunda quincena retorna a su horario habitual de lunes a viernes de 17 a 20 horas.

Bendición del Año Nuevo

En el primer instante del nuevo año, 
saludamos a la comunidad parroquial 
y a todos los lectores de esta página 
con un texto de Florentino Ulibarri que expresa:

Que tu mirada gane en hondura y detalle para que puedas ver más claramente tu propio viaje con toda la humanidad como un viaje de paz, unidad y esperanza.

Que seas consciente de todos los lugares por los que caminas y vas a caminar en el nuevo año, y que conozcas, por experiencia, qué bellos son los pies del mensajero que anuncia la buena noticia.

Que des la bienvenida con una sonrisa a todos los que estrechan tu mano: las manos extendidas forman redes de solidaridad que alegran y enriquecen con su presencia protectora.

Que sea tuyo el regalo de todas las cosas creadas; que sepas disfrutarlas a todas las horas del día; y que te enfrentes, con valentía y entusiasmo, a la responsabilidad de cuidar la tierra entera.

Que el manantial de la ternura y la compasión mane sin parar dentro de ti, noche y día, hasta que puedas probar los gozos y las lágrimas de quienes caminan junto a ti, tus hermanos.

Que despiertes cada mañana sereno y con brío, con la acción de gracias en tus labios y en tu corazón, y que tus palabras y tus hechos, pequeños o grandes,
proclamen que todo es gracia, que todo es don.

Que tu espíritu esté abierto y alerta para descubrir el querer de Dios en todo momento; y que tu oración sea encuentro de vida, de sabiduría y de entendimiento de los caminos de Dios para ti.

Que tu vida este año, cual levadura evangélica, se mezcle sin miedo con la masa y haga fermentar este mundo en que vivimos, para que sea realmente nuevo y tierno.

Y que la bendición del Dios que sale a tu encuentro, que es tu roca, tu refugio, tu fuerza, tu consuelo y tu apoyo en todo momento, lo invoques o no,
descienda sobre ti y te guarde de todo mal.