Mensaje del Arzobispo de Córdoba para la Cuaresma 2012


A todos los fieles de la Iglesia que está en Córdoba
Queridos hermanos y hermanas:

El próximo miércoles, con el gesto austero y sencillo de recibir las cenizas sobre nuestras cabezas, comenzaremos la Cuaresma que nos dispondrá para una digna celebración en la Semana Santa del misterio pascual de Jesús, su muerte y resurrección.

Si bien es cierto que todo momento del año es propicio para acercarnos a Dios y acogernos a su misericordia y a su gracia, la Cuaresma representa una ocasión particularmente favorable para concretar este propósito. La Iglesia nos lo recuerda por medio de la enseñanza del apóstol san Pablo: "Miren éste es el tiempo favorable, éste es el día de la salvación" (2 Cor 6, 2).

Durante la Cuaresma estamos invitados a renovar la gracia de nuestro bautismo, a desprendernos de todas aquellas actitudes y fragilidades que se nos han adherido por el camino y que no están en sintonía con el Evangelio de Jesús. Se nos invita también a prepararnos para renovar en la Vigilia Pascual nuestro sí entusiasta a Jesús; un sí deseoso de coherencia y fidelidad. Un sí que sea expresión del compromiso que queremos vivir este año animados por el lema pastoral arquidiocesano y que nos brinda la ocasión para redescubrir "la belleza y la alegría de ser cristianos" de la que nos hablaban los Obispos latinoamericanos y caribeños en la conferencia de Aparecida. (cf. DA 14).

En la liturgia del miércoles de ceniza, la Iglesia vuelve a poner a nuestra consideración el ayuno, la limosna y la oración. Estas obras son, por una parte, expresión de nuestro deseo de acercarnos a Dios, de volver a Él, y, por otra parte, representan un fuerte estímulo para lograr ese cometido. Hemos de tenerlas muy presentes, al mismo tiempo conviene revitalizarlas y recrearlas para que no se vuelvan prácticas rutinarias y vacías.

Así, en medio de la situación que nos toca atravesar marcada por considerables aumentos en el costo de vida y que para muchos implica el desafío de poder llegar al fin del mes cubriendo las necesidades indispensables, el ayuno nos ofrece la oportunidad para ejercitarnos en la sobriedad y la austeridad y sobre todo para afianzar la libertad de nuestro corazón de manera que esté cada vez más disponible en manos de Dios.

Al ayuno deberá acompañarlo, a su vez, la limosna solidaria. En muchos hogares y comunidades en los días de Cuaresma se colocan alcancías en donde cada uno puede depositar los ahorros fruto de su austeridad cuaresmal y con los que se podrá socorrer alguna necesidad de nuestros hermanos menos favorecidos. Esta limosna, que no es una dádiva sino un modo de compartir los bienes a imagen de los primeros cristianos (cf. Hech 4, 34), llevará a plenitud y dará sentido más profundo a nuestro ayuno. El Papa Benedicto, en su mensaje cuaresmal, nos recuerda que: "También hoy resuena con fuerza la voz del Señor que nos llama a cada uno de nosotros a hacernos cargo del otro. Hoy Dios nos sigue pidiendo que seamos "guardianes" de nuestros hermanos (cf. Gn 4, 9), que entablemos relaciones caracterizadas por el cuidado recíproco, por la atención al bien del otro y a todo su bien".

Por último, la oración propia de la Cuaresma no debe ser sólo la repetición de fórmulas piadosas, sino el empeño serio por escuchar más asiduamente a Dios en su Palabra y por hablarle con confianza y sinceridad entablando con Él un verdadero diálogo que nos lleve cada vez más a sintonizar con su querer, a poseer cada vez más los criterios del Señor Jesús y los sentimientos de su corazón (cf. 1 Cor 2, 16; Fil 2, 5).

Esforcémonos, por tanto, en vivir con autenticidad estas obras recomendadas por la Iglesia para este tiempo y pongamos toda la tarea cuaresmal en manos de la Santísima Virgen María, para que la presente y recomiende ante Dios nuestro Señor. Que Ella  nos enseñe y ayude a escuchar la Palabra de Dios, a guardarla y meditarla en el corazón y sobre todo a ponerla en práctica no sólo en el tiempo cuaresmal, sino a lo largo de toda nuestra vida.

Les deseo a todos una Cuaresma llena de frutos y que la alegría de la Pascua desborde en sus corazones. Los acompaño con mi oración e imploro sobre cada comunidad y cada uno de ustedes la abundante bendición del Señor.

Mons. Carlos José Ñáñez, 
Arzobispo de Córdoba







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