Carta Pastoral a las comunidades
Queridos hermanos y hermanas en Cristo:
El 11 de noviembre es el Día Nacional del Enfermo, en el
cual la Iglesia en Argentina quiere llamar la atención y despertar la
conciencia de los fieles sobre la realidad del sufrimiento humano.
El lema de este
año es: "Vendar las llagas de los
corazones rotos", tomado del Profeta Isaías: "¡El Espíritu del Señor está sobre mí! Porque el Señor me ha
ungido. Él me envió a llevar la buena noticia a los pobres, a vendar los
corazones heridos, a proclamar la libertad a los presos" (Is 61,1). Y
como iluminación presentamos la figura de Jesús que sostiene al herido, según
la parábola del Buen Samaritano (Lc 10, 29-37).
Es nuestro deseo que llegue una "buena noticia"
a los que sufren, en el alma o en el cuerpo, y a todos los hermanos en la fe un
llamado a no pasar de largo ante el dolor del prójimo herido. En la parábola
del Buen Samaritano Jesús nos enseña qué actitud tomar ante el hermano caído:
no desviar la mirada, sino acercarse, interesarse, ofrecer ayuda concreta.
Detenernos junto al enfermo y necesitado, no por curiosidad, sino con
disponibilidad y sensibilidad, capaces de compadecernos del que sufre y ofrecer
la ayuda eficaz, hasta la entrega de nosotros mismos.
De igual manera, estar cercanos a las familias que llevan
la sobrecarga de familiares enfermos, ancianos, con capacidades especiales, o
sufren las consecuencias de la violencia o del flagelo de las adicciones, a las
que la sociedad actual olvida, saturada de relativismo y permisivismo y lejos
del Sumo y Único verdadero Bien, que es Dios, abre el camino de la caridad a
las nuevas generaciones.
Por eso es que no podemos permanecer indiferentes ante
los cuestionamientos e incoherencias de una sociedad que camina a la deriva,
porque ha perdido la brújula de la fe y los mandamientos de Dios. También la
ignorancia, sobre todo religiosa, y la ausencia de valores en la vida personal,
familiar y social, es una grave situación de pobreza a la que debemos atender
Queremos mirar con esperanza y positivamente el futuro.
Lo podemos hacer porque Jesús camina con nosotros. Él lo dice: "Yo estaré con ustedes todos los días
hasta el fin del mundo" (Mt 28, 20). De esta certeza "debemos
sacar un nuevo impulso en la vida cristiana" y "redescubrir el camino
de la fe" hacia el encuentro con Cristo. "Ponernos en camino para
rescatar a los hombres del desierto y conducirlos al lugar de la vida, hacia la
amistad con el Hijo de Dios, hacia Aquel que nos da la vida, y la vida en
plenitud" (Porta fidei, n.2).
La riqueza de la
fe
Si realmente vivimos la fe como experiencia de encuentro
con Cristo, sabremos acercarnos a los hermanos que sufren, llevarles la buena
noticia y "vendar las llagas de los corazones rotos", ofreciéndoles
la riqueza de la fe. Tenemos, en efecto, a nuestra disposición, como un don de
la misericordia y providencia de Dios, en primer lugar la Palabra de Dios, y
también las medicinas de Dios, que son los sacramentos de curación. A través de
ellos el amor de Cristo nos libera del pecado que nos esclaviza y enferma, y
nos conforta en la debilidad corporal y espiritual.
Las medicinas de
Dios
Estas "medicinas" de Dios son: el sacramento de
la Confesión o Reconciliación, por el que nos reconciliamos con Dios y con la
Iglesia, recobramos la paz y nos sanamos espiritualmente; el sacramento de la
Unción de los Enfermos, que sana el alma y el cuerpo, ayuda a asumir la
enfermedad desde la fe y prepara a esperar con serena confianza el abrazo del
Padre Dios, y la Comunión, el encuentro con Jesús Eucaristía, alimento del
hombre peregrino, que nos da vida.
El Papa Benedicto XVI insiste en que redescubramos la
riqueza de la fe y la belleza de la vida cristiana para ofrecérselas a los
hombres sedientos o heridos del mundo de hoy.
María, la Madre de Jesús, con su ejemplo e intercesión
nos inspira confianza y la voluntad de
asumir el dolor, unirlo al sufrimiento de Cristo y convertirlo en signo
eficaz de salvación.
Rogamos al Señor que los bendiga y guarde.
Los Obispos de
la Comisión Episcopal para la Pastoral de la Salud
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