“Con esta catequesis terminamos el ciclo dedicado a la
Santa Misa. Nuestra atención se centra hoy en los ritos de conclusión. Después
de la oración de la comunión, la Misa termina con la bendición y el saludo al
pueblo. Concluye igual que iniciaba con el signo de la cruz, en el nombre del
Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”.
Tras la misa vivir más como cristianos
Sucesivamente el Papa Francisco habló del compromiso
que conlleva la participación en la Santa Misa:
“La celebración de la Misa lleva consigo el compromiso
del testimonio cristiano. Salimos de la Iglesia para «ir en paz», para llevar
la bendición de Dios a nuestras casas, a los ambientes en los que vivimos y
trabajamos, «glorificando a Dios con nuestra vida». No podemos olvidar que
celebramos la Eucaristía para aprender a ser hombres y mujeres eucarísticos,
dejando que Cristo actúe en nuestras vidas, como decía san Pablo: «Estoy
crucificado con Cristo; vivo, pero no soy yo el que vive, sino Cristo quien
vive en mí» (Ga 2,19-20).
El Santo Padre precisó también que a través de la Eucaristía,
el Señor Jesús entra en nosotros, en nuestro corazón y en nuestra carne, para
que podamos “expresar en la vida del sacramento recibido en la fe”, y que “si
nosotros salimos de la iglesia charlando: ‘mira éste, mira aquel’, con la
lengua larga”, esto significa que “la misa no entró en mi corazón”. Y ¿por qué?
– preguntó el Papa. “Porque no soy capaz de vivir con el testimonio cristiano.
Cada vez que salgo de la misa tengo que salir mejor de como entré, con más
vida, con más fuerza, con más ganas de dar testimonio cristiano”.
De ahí que impulsó a la toma de conciencia de que la misa
“encuentra cumplimiento, en las elecciones concretas de aquellos que se dejan
involucrar en primera persona en los misterios de Cristo”. Y porque, con
palabras del Papa, “en la medida en que mortificamos nuestro egoísmo, se crea
dentro de nosotros un mayor espacio para el poder de su Espíritu”, exhortó a
dejarnos ensanchar el alma con la fuerza del Espíritu después de haber recibido
el Cuerpo y la Sangre de Cristo:
“Déjense ensanchar el alma… no estas almas estrechas y
cerradas, pequeñas, egoístas… ¡no! Almas anchas, almas grandes, con grandes
horizontes… Déjense ensanchar el alma con la fuerza del Espíritu, después de
haber recibido el Cuerpo y la Sangre de Cristo”.
La Presencia real de Cristo no termina en la Misa.
Porque la presencia de Cristo no termina en la misa, dijo
también el Obispo de Roma, los frutos de la Misa, están destinados a madurar en
la vida de cada día: “La Presencia real de Cristo en el pan consagrado no termina
con la Misa, sino que se reserva en el Sagrario para la comunión de los
enfermos y la adoración silenciosa. El culto eucarístico, dentro y fuera de la
Misa, nos ayuda a permanecer en Cristo y a crecer en nuestra unión con Él y con
su Iglesia, nos separa del pecado y nos lleva a comprometernos con los pobres y
necesitados”.
“La misa es como el grano de trigo que luego en la vida
ordinaria crece, crece y madura en buenas obras, en las actitudes que nos
asemejan a Jesús”. “El acercarse con regularidad al banquete eucarístico
renueva, fortalece y profundiza la relación con la comunidad cristiana a la
que pertenecemos, según el principio de que la “Eucaristía hace la Iglesia”.
En la conclusión de la catequesis, en los saludos a los
peregrinos de los diversos países, dirigió, como es habitual, un pensamiento
especial a los jóvenes, a los ancianos, los enfermos y los recién casados, a
quienes tras recordarles que Cristo ha vencido la muerte y nos ayuda a acoger
los sufrimientos como ocasión privilegiada de redención y salvación, les
invitó a vivir el mensaje pascual dando testimonio en los lugares de vida la
paz y la alegría, dones del Resucitado.
A los peregrinos de lengua española en particular, en
esta semana de Pascua, “en la que la victoria de Cristo sobre el pecado y la
muerte resuena con toda su fuerza y belleza”, invitó “a nutrirse
constantemente de la Eucaristía, dejándose renovar con el encuentro real con
Jesús, hasta que gustemos plenamente del banquete que nos tiene preparado por
toda la eternidad”, y les impartió su bendición.
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