El pueblo argentino, como todos los pueblos cristianos,
sabe que el culto a la Madre de Dios, por ella misma profetizado, cuando
anunció: “Me felicitarán todas las generaciones”, es un elemento fundamental de
la vida cristiana.
Efectivamente, ¿Quién de los que por este mundo pasamos,
cargados por el peso de tantas debilidades y expuestos a tantos peligros, no
tendrá necesidad de ayuda? Pues oíd al Doctor Eximio que os dice: “Tenemos a la
Virgen abogada universal para todo, porque es más poderosa en cualquier
necesidad que los demás santos particulares”.
Honrémosla, pues, reconociendo el brillo sin par de su
hermosura, sus primores, su bondad y lo irresistible de su poder; por la
excelsitud de sus virtudes y por la dignidad incomparable de su misión,
reverenciémosla proclamando su grandeza, manifestándole nuestro respeto y
pidiéndole su intercesión. Finalmente, imitémosla sin cesar en tan noble
empeño, porque, para citar las palabras del gran pontífice mariano, del
inmortal León XIII: “Dios, bueno y providente, nos presentó en María el modelo
más acabado de toda virtud, y nosotros, atraídos por la misma afinidad de la
común naturaleza, nos esforzamos más confiadamente en imitarla”.
Prometed a María dedicaros con todas vuestras fuerzas a
conservar y favorecer la dignidad y santidad del matrimonio cristiano, la
instrucción religiosa de la juventud en las escuelas, la aplicación de las
enseñanzas de la Iglesia en la ordenación de las condiciones económicas y la
solución de la cuestión social.
Ser fieles a la Iglesia en estos puntos fundamentales de
la civilización cristiana será hoy prueba palmaria del verdadero y genuino amor
a María y a su divino Hijo. Prometedle también profundizar cada día más en su
devoción, que, si es la que debe ser, no podrá menos de conduciros a la
aplicación integral de los principios y de las normas de la vida cristiana, sin
incurrir en el error de los que quieren visiblemente pavonearse dándoselas de cristianos
y, al mismo tiempo, sostener aquellas doctrinas que son incompatibles con el
cristianismo.
Que María Santísima proteja vuestro pueblo argentino en
sus diversas provincias, mantenga a todos en la fe católica, os de sacerdotes
celosos de vuestra salvación, autoridades honradas y cristianas, e inspire a
todos fe, abnegación y caridad, y obtenga, por último, para el mundo una paz
próxima, estable y justa.
Del mensaje del Papa Pío XII
al Primer Congreso Mariano Nacional de la Argentina
Ciudad del Vaticano, 12 de Octubre de 1947
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