El próximo 14 de febrero es miércoles de ceniza, con toda
la Iglesia comenzaremos el tiempo de Cuaresma que nos invita y nos desafía a
encarar una honda transformación interior en nuestra vida cristiana y nos
predispone para celebrar adecuadamente la Pascua de Jesús.
La transformación interior y la preparación para la
celebración de la Pascua del Señor, a su vez, se deben concretar desde un
renovado encuentro con Jesús. Dicho encuentro es siempre iniciativa del Señor.
Él nos “primerea”, como dice el Papa Francisco. Él nos busca siempre porque nos
ama de veras y quiere que todos lleguemos a gozar de sus dones. Pero Él no se
nos impone. Nos espera respetuosamente, como hermosamente dice en el libro del
Apocalipsis: estoy a la puerta y llamo. Si le abrimos, Él entrará para cenar
con nosotros (Cf. Apoc. 3, 20). Abrirle el corazón es nuestra decisión. Nadie,
sino nosotros mismos podemos dar ese paso movidos y ayudados también por su
gracia.
El encuentro con Jesús es iluminador. Nos traza un camino
cierto. “Yo soy la luz del mundo, el que me sigue no camina en tinieblas” (cf.
Jn. 8, 12). Ese encuentro es también transformante, reconfortante, nos da la
capacidad para obrar de una manera nueva: “yo todo lo puedo gracias a Aquél que
me conforta”, decía el apóstol san Pablo (cf. Fil 4, 13).
El encuentro con Jesús es una invitación a seguirlo. ¿Qué
buscan?, preguntó Jesús a dos discípulos de Juan Bautista que venían tras Él.
¿Dónde vives?, le preguntaron ellos a su vez. Jesús los invitó: vengan y lo
verán. Ellos fueron, vieron y se quedaron (cf. Jn. 1, 35-39). Se quedaron porque
descubrieron al Señor. Entonces, ¿qué más había que buscar..?
El encuentro y el seguimiento de Jesús provocan un cambio
interior, una conversión, como en Zaqueo. Jesús no dice nada, pero Zaqueo
repara sus abusos y además entrega generosamente la mitad de sus bienes a los
necesitados. Su vida cambió porque Jesús entró en “su casa”, es decir, en su
corazón (cf. Lc. 19, 8-10).
La Cuaresma es una fuerte invitación a ese cambio
interior, que también llamamos conversión. Una manera eficaz de ayudar para
este cambio interior es acercarnos al sacramento de la reconciliación donde el
Señor misericordioso nos espera en la persona del sacerdote que nos escucha y
nos absuelve. En este tiempo se realizan en nuestras comunidades celebraciones
penitenciales. No dejemos pasar esas ocasiones de gracia, es decir de encuentro
sanador y salvador con Jesús. Hagamos lo posible para mirar la infinita
misericordia del Señor que nos espera con los brazos abiertos más que estar
pendientes de nuestras faltas.
Seguimos a Jesús no aisladamente, sino como miembros de
una comunidad de personas que también se han encontrado con Él y disfrutan de
su amistad y de sus dones. La Cuaresma es un tiempo oportuno para reencontranos de nuevo con nuestros
hermanos en la fe y para incorporarnos más profundamente a la vida de la
comunidad eclesial. La comunión entre nosotros nos mueve a ayudar a los demás y
a dejarnos ayudar por ellos.
Como Iglesia que peregrina en Córdoba, estamos
transitando un camino sinodal. Queremos que el próximo Sínodo sea también una
oportunidad para encontrarnos con Jesús o para reencontrarnos con Él (cf.
Evangelii Gaudium, 3) y para recibir la buena noticia de su Evangelio. Queremos
ver cómo vivir mejor su propuesta, encarnándola en un testimonio convencido y
coherente, y cómo compartirla con todos, a través de un anuncio también
convencido, alegre y al mismo tiempo profundamente respetuoso.
Anhelamos que esta Cuaresma nos ayude a disponernos
convenientemente para vivir ese acontecimiento eclesial y para ofrecer lo mejor
de nuestra parte participando desde la oración ferviente y confiada, la
reflexión serena y creativa ofreciendo los aportes que podemos brindar desde
nuestro lugar y desde nuestra responsabilidad.
La figura señera de san José Gabriel Brochero puede
inspirarnos para vivir la Cuaresma y para disponernos a la realización del
próximo Sínodo. El Santo Cura participó del VIII° Sínodo y estuvo invitado al IX°,
del cual no pudo tomar parte por razones de su salud. Por otra parte, en su
incansable tarea evangelizadora y pastoral, al visitar a sus paisanos, les
decía cordialmente: “aquí vengo a darles música”. La música era la invitación a
los ejercicios espirituales ocasión de encuentro con Jesús y de renovación de
la vida cristiana.
Ojalá en esta nueva Cuaresma nosotros también escuchemos
esa bendita música. Que la “Purísima”, como cariñosamente llamaba Brochero a
María Santísima, nos acompañe y nos ayude a encontrarnos con el Señor Jesús,
para hacer lo que Él nos diga (cf. Jn 2, 5) y nos alcance la gracia de
concretar un Sínodo que nos mueva a recibir y proclamar el primer anuncio del
evangelio hoy en Córdoba.
Deseándoles una fructuosa preparación cuaresmal y una muy
feliz pascua de Resurrección, los saludo cordialmente y los acompaño con mi
oración y mi bendición.
+ Carlos José Ñáñez
Arzobispo de Córdoba
Córdoba, 10 de febrero de 2018
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