En aquel tiempo, Jesús decía a la gente:
«El Reino de Dios es como un hombre que echa el grano en la tierra; duerma o se
levante, de noche o de día, el grano brota y crece, sin que él sepa cómo. La
tierra da el fruto por sí misma; primero hierba, luego espiga, después trigo
abundante en la espiga. Y cuando el fruto lo admite, en seguida se le mete la
hoz, porque ha llegado la siega».
Decía también: «¿Con qué compararemos el
Reino de Dios o con qué parábola lo expondremos? Es como un grano de mostaza
que, cuando se siembra en la tierra, es más pequeña que cualquier semilla que
se siembra en la tierra; pero una vez sembrada, crece y se hace mayor que todas
las hortalizas y echa ramas tan grandes que las aves del cielo anidan a su
sombra». Y les anunciaba la Palabra con muchas parábolas como éstas, según
podían entenderle; no les hablaba sin parábolas; pero a sus propios discípulos
se lo explicaba todo en privado. (Mc 4,26-34)
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