En aquel tiempo, dijo Jesús: «En verdad, en verdad os digo:
el que no entra por la puerta en el redil de las ovejas, sino que escala por
otro lado, ése es un ladrón y un salteador; pero el que entra por la puerta es
pastor de las ovejas. A éste le abre el portero, y las ovejas escuchan su voz;
y a sus ovejas las llama una por una y las saca fuera. Cuando ha sacado todas
las suyas, va delante de ellas, y las ovejas le siguen, porque conocen su voz.
Pero no seguirán a un extraño, sino que huirán de él, porque no conocen la voz
de los extraños».
Jesús les dijo esta parábola, pero ellos no comprendieron
lo que les hablaba. Entonces Jesús les dijo de nuevo: «En verdad, en verdad os
digo: yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido delante de mí
son ladrones y salteadores; pero las ovejas no les escucharon. Yo soy la
puerta; si uno entra por mí, estará a salvo; entrará y saldrá y encontrará
pasto. El ladrón no viene más que a robar, matar y destruir. Yo he venido para
que tengan vida y la tengan en abundancia». (Jn 10,1-10)
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