La devoción al Sagrado Corazón de Jesús tiene por objeto el Corazón de Jesucristo y el
amor inmenso en que se abrasa por nosotros.
Tiene por fin devolverle
amor por amor, darle gracias por sus beneficios y reparar los ultrajes que no
cesa de recibir.
Esta devoción es la más
excelente sea por su objeto material, que es el corazón de carne del Hombre
Dios, manantial de la sangre que ha salvado al mundo, sea sobre todo por su
objeto espiritual que es el amor de este divino Salvador.
Este divino Corazón ha sido formado para nosotros en el
seno de María; ha palpitado, ha orado, se ha conmovido, ha sufrido. Él ha
dictado las hermosas páginas del Evangelio; es la fuente de los Sacramentos.
Él es quien, desde el Tabernáculo santo, sostiene,
dirige, consuela a las almas; este Corazón es el que inspira todos los
sacrificios, el que santifica todos nuestros dolores, el que hace nacer todas
nuestras virtudes.
Este Corazón es el que perdona en el santo tribunal de la
Penitencia, que se manifiesta a nosotros por sus inspiraciones interiores; es
el que nos ha dado por madre a María, y el que, en la Eucaristía, hace sus delicias
al habitar entre los hijos de los hombres.
Esta devoción es una de las más completas, porque resume
la religión entera, que no es otra cosa sino un comercio de amor entre Dios y
el hombre.
Esta devoción es una de las más amables y más
consoladoras, puesto que nos muestra todos nuestros padecimientos sufridos por
el corazón de nuestro Dios, antes de llegar a nuestros corazones; porque nos da
a conocer el Corazón e Jesús, ese Corazón en el cual abundan todas las
cualidades que forman los corazones buenos, los corazones nobles, grandes,
generosos, heroicos.
El Corazón de Jesús es el corazón del amigo más adicto y
más fiel, el corazón del mejor y del más tierno de los padres, el corazón del
libertador más desinteresado y magnánimo, el corazón de un Dios que posee todos
los atractivos, todas las perfecciones que puedan agradar, conmover y atraer.
La difusión de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús se
debe a santa Margarita de Alacoque a quien Jesús se le apareció con estas
palabras: "Mira este corazón mío, que a pesar de consumirse en amor
abrasador por los hombres, no recibe de los cristianos otra cosa que
sacrilegio, desprecio, indiferencia e ingratitud, aún en el mismo sacramento de
mi amor. Pero lo que traspasa mi Corazón más desgarradamente es que estos
insultos los recibo de personas consagradas especialmente a mi servicio."
He aquí las promesas que hizo Jesús a Santa Margarita, y
por medio de ella a todos los devotos de su Sagrado Corazón:
1. Les daré todas las gracias necesarias a su estado.
2. Pondré paz en sus familias.
9. Les consolaré en sus penas.
4. Seré su refugio seguro durante la vida, y, sobre todo,
en la hora de la muerte.
5. Derramaré abundantes bendiciones sobre todas sus
empresas.
6. Bendeciré las casas en que la imagen de mi Corazón sea
expuesta y venerada.
7. Los pecadores hallarán en mi Corazón la fuente, el
Océano infinito de la misericordia.
8. Las almas tibias se volverán fervorosas.
9. Las almas fervorosas se elevarán a gran perfección.
10. Daré a los sacerdotes el talento de mover los
corazones más empedernidos.
11. Las personas que propaguen esta devoción tendrán su
nombre escrito en mi Corazón, y jamás será borrado de El.
12. Les prometo en el exceso de mi misericordia, que mi
amor todopoderoso concederá a todos aquellos que comulgaren por nueve primeros
viernes consecutivos, la gracia de la perseverancia final; no morirán sin mi
gracia, ni sin la recepción de los santos sacramentos. Mi Corazón será su
seguro refugio en aquel momento supremo.
Las condiciones para ganar esta gracia son tres:
1. Recibir la Sagrada Comunión durante nueve primeros
viernes de mes de forma consecutiva y sin ninguna interrupción.
2. Tener la intención de honrar al Sagrado Corazón de
Jesús y de alcanzar la perseverancia final.
3. Ofrecer cada Sagrada Comunión como un acto de
expiación por las ofensas cometidas contra el Santísimo Sacramento.
Consagración al Sagrado Corazón de Jesús
S.S. Juan Pablo
II, 1986
(abreviado)
Señor Jesucristo, Redentor del género humano, nos
dirigimos a tu Sacratísimo Corazón con humildad y confianza, con reverencia y
esperanza, con profundo deseo de darte gloria, honor y alabanza.
Señor Jesucristo, Salvador del mundo, te damos las
gracias por todo lo que eres y todo lo que haces.
Señor Jesucristo, Hijo de Dios Vivo, te alabamos por el
amor que has revelado a través de Tu Sagrado Corazón, que fue traspasado por
nosotros y ha llegado a ser fuente de nuestra alegría, manantial de nuestra
vida eterna.
Reunidos juntos en Tu nombre, que está por encima de todo
nombre, nos consagramos a tu Sacratísimo Corazón, en el cual habita la plenitud
de la verdad y la caridad.
Al consagrarnos a Ti, los fieles (persona o de lugar)
renovamos nuestro deseo de corresponder con amor a la rica efusión de tu
misericordioso y pleno amor.
Señor Jesucristo, Rey de Amor y Príncipe de la Paz, reina
en nuestros corazones y en nuestros hogares. Vence todos los poderes del
maligno y llévanos a participar en la victoria de tu Sagrado Corazón. ¡Que todos proclamemos y demos gloria a Ti, al Padre y al
Espíritu Santo, único Dios que vive y reina por los siglos de los siglos! Amén.
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