El Evangelio de este Tercer Domingo de Cuaresma, además
de contener un llamado a la conversión, ha puesto también de manifiesto la
Misericordia de Dios, a través de la parábola de la higuera que no daba frutos.
Sor María Faustina Kowalska ((1905-1938), la santa polaca
considerada como “Apóstol de la Divina Misericordia”, compuso una oración en
1937 en la que profundiza la sensibilidad para la misericordia, a la vez que
nos muestra qué significa ésta concretamente para un cristiano y de qué es
capaz:
“Ayúdame, oh Señor, a que mis ojos sean misericordiosos, para que yo jamás recele o juzgue
según las apariencias, sino que busque lo bello en el alma de mi prójimo y
acuda a ayudarle.
Ayúdame, oh Señor, a que mis oídos sean misericordiosos, para que tome en cuenta las
necesidades de mi prójimo y no sea indiferente a sus sufrimientos y quejas.
Ayúdame, oh Señor, a que mi lengua sea misericordiosa, para que jamás hable negativamente de
mi prójimo, sino que siempre tenga una palabra de consuelo y perdón para todos.
Ayúdame, oh Señor, a que mis manos sean misericordiosas, y estén llenas de buenas obras,
para que sepa hacer a mi prójimo exclusivamente el bien y cargue sobre mí las
tareas más difíciles y penosas.
Ayúdame, oh Señor, a que mis pies sean misericordiosos, para que siempre me apresure a
socorrer a mi prójimo, venciendo mi propia fatiga y cansancio. El reposo verdadero
está en el servicio al prójimo.
Ayúdame, oh Señor, a que mi corazón sea misericordioso, para que yo sienta todos los
sufrimientos de mi prójimo. A nadie le rehusaré mi corazón. Seré sincera
incluso con aquellos que sé que abusarán de mi bondad. Y yo misma me encerraré
en el misericordioso Corazón de Jesús. Soportaré mis propios sufrimientos en
silencio. Que tu misericordia, oh Señor, repose en mí.
Tú mismo me ordenas que me ejercite en tres peldaños de
la misericordia: Primero, la acción
misericordiosa, de todo tipo. Segundo, la
palabra misericordiosa: lo que no soy capaz de llevar a cabo como acción
debe acontecer por medio de palabras. Tercero, la oración: en caso de que no pueda mostrar misericordia con hechos
ni con palabras, siempre puedo recurrir a la oración Mi oración llega incluso
allí donde yo no puedo hacerme corporalmente presente. Oh Jesús mío,
transfórmame en ti, pues tú lo puedes todo”.
De la homilía del domingo
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