Carta pastoral para la Semana Santa 2013 del cardenal
Jorge Mario Bergoglio SJ, ahora Papa Francisco. La carta fue dada a conocer el 25 de Febrero de 2013, antes de la iniciación del cónclave que lo eligió Papa de la Iglesia.
A los párrocos y responsables de comunidades educativas:
Hace años que todos trabajamos por lograr que la Iglesia
esté en la calle tratando que se manifieste más la presencia de Jesús vivo. Es
el esfuerzo de vivir aquello que rezamos tantas veces en la Misa “que todos los
miembros de la Iglesia sepamos discernir los signos de los tiempos y crezcamos
en la fidelidad al Evangelio; que nos preocupemos de compartir en la caridad
las angustias y las tristezas, las alegrías y las esperanzas de los hombres, y
así les mostremos el camino de la salvación”.
En mayor o menor medida muchas comunidades aceptaron ese
desafío. Aparecida confirmó el camino y nos mostró que, para que no sea un
chispazo, necesitábamos una conversión pastoral. La necesitamos continuamente
porque muchas veces tenemos la tentación de volver a las cebollitas de Egipto.
Todos sabemos que la realidad de nuestras parroquias resulta acotada en
relación a la cantidad de personas que hay y a las que no llegamos. La Iglesia
que nos llama constantemente a una nueva evangelización nos pide poner gestos
concretos que manifiesten la unción que hemos recibido. La permanencia en la
unción se define en el caminar y en el hacer. Un hacer que no sólo son hechos
sino un estilo que busca y desea poder participar del estilo de Jesús. El
“hacerse todo para todos para ganar a algunos para Cristo” va por este lado.
Salir, compartir y anunciar, sin lugar a dudas, exigen
una ascesis de renuncia que es parte de la conversión pastoral. El miedo o el
cansancio nos pueden jugar una mala pasada llevándonos a que nos quedemos con
lo ya conocido que no ofrece dificultades, nos da una escenografía parcial de
la realidad y nos deja tranquilos. Otras veces podemos caer en el encierro
perfeccionista que nos aísla de los otros con excusas tales como: “Tengo mucho
trabajo”, “no tengo gente”, “si hacemos esto o aquello ¿quién hace las cosas de
la parroquia?”, etc.
Igual que en el año 2000 quisiera decirles: Los tiempos
nos urgen. No tenemos derecho a quedarnos acariciándonos el alma. A quedarnos
encerrados en nuestra cosita… chiquitita. No tenemos derecho a estar tranquilos
y a querernos a nosotros mismos… Tenemos que salir a hablarle a esta gente de
la ciudad a quien vimos en los balcones. Tenemos que salir de nuestra cáscara y
decirles que Jesús vive, y que Jesús vive para él, para ella, y decírselo con
alegría… aunque uno a veces parezca un poco loco.
Cuántos viejitos están con la vida aburrida, que no les
alcanza, a veces, el dinero ni para comprar remedios. A cuántos nenes les están
metiendo en la cabeza ideas que nosotros recogemos como gran novedad, cuando
hace diez años las tiraron a la basura en Europa y en los Estados Unidos, y
nosotros se las damos como gran progreso educativo.
Cuántos jóvenes pasan sus vidas aturdiéndose desde las
drogas y el ruido, porque no tienen un sentido, porque nadie les contó que
había algo grande. Cuántos nostálgicos, también los hay en nuestra ciudad, que
necesitan un mostrador de estaño para ir saboreando grapa tras grapa y así ir
olvidando.
Cuánta gente buena pero vanidosa que vive de la
apariencia, y corre el peligro de caer en la soberbia y en el orgullo.
¿Y nosotros nos vamos a quedar en casa? ¿Nos vamos a
quedar en la parroquia, encerrados? ¿Nos vamos a quedar en el chimenterío
parroquial, o del colegio, en las internas eclesiales? ¡Cuando toda esta gente
nos está esperando! ¡La gente de nuestra ciudad! Una ciudad que tiene reservas
religiosas, que tiene reservas culturales, una ciudad preciosa, hermosa, pero
que está muy tentada por Satanás. No podemos quedarnos nosotros solos, no
podemos quedarnos aislados en la parroquia y en el colegio.
La Semana Santa se nos presenta como una nueva
oportunidad para desinstalar un modelo cerrado de experiencia evangelizadora
que se reduce a “más de lo mismo” para instalar la Iglesia que es de “puertas
abiertas” no porque sólo las abre para recibir sino que las tiene abiertas para
salir y celebrar, ayudando a aquellos que no se acercan.
Con estos pensamientos miro la próxima celebración de
Ramos, es la fiesta del andar de Jesús en medio de su pueblo siendo bendición
para todos los que se encontraban a su paso. Les ruego que no privaticemos la
fiesta que es para todos y no para algunos. La Arquidiócesis ha hecho la opción
de celebrarla misioneramente el sábado por la tarde, desde las columnas y
puestos misioneros en las distintas Vicarías. Sin embargo la adhesión es
todavía muy pobre. Por eso les pido a los Párrocos y a los responsables de los
Colegios que convoquen y movilicen sus comunidades para ese momento fuerte de
fe y anuncio con la certeza de que la vida de nuestros fieles se renueva cuando
experimentan la belleza y alegría de acercarse a los hermanos para compartir la
fe: “es imposible que un hombre haya acogido la Palabra y se haya entregado al
Reino sin convertirse en alguien que a su vez da testimonio y anuncia”.
Les agradezco desde ya todo lo que hagan en este sentido.
Con paternal afecto
Card. Jorge Mario Bergoglio s.j.
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