En aquel tiempo, Jesús, lleno de Espíritu Santo, se
volvió del Jordán, y era conducido por el Espíritu en el desierto, durante
cuarenta días, tentado por el diablo. No comió nada en aquellos días y, al cabo
de ellos, sintió hambre. Entonces el diablo le dijo: «Si eres Hijo de Dios, di
a esta piedra que se convierta en pan». Jesús le respondió: «Esta escrito: ‘No
sólo de pan vive el hombre’».
Llevándole a una altura le mostró en un instante todos
los reinos de la tierra; y le dijo el diablo: «Te daré todo el poder y la
gloria de estos reinos, porque a mí me ha sido entregada, y se la doy a quien
quiero. Si, pues, me adoras, toda será tuya». Jesús le respondió: «Está
escrito: ‘Adorarás al Señor tu Dios y sólo a Él darás culto’».
Le llevó a Jerusalén, y le puso sobre el alero del
Templo, y le dijo: «Si eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo; porque está
escrito: ‘A sus ángeles te encomendará para que te guarden’. Y: ‘En sus manos
te llevarán para que no tropiece tu pie en piedra alguna’». Jesús le respondió:
«Está dicho: ‘No tentarás al Señor tu Dios’». Acabada toda tentación, el diablo
se alejó de Él hasta un tiempo oportuno.
(Lc 4,1-13)
Comentario
Hoy, Jesús, «lleno de Espíritu Santo» (Lc 4,1), se
adentra en el desierto, lejos de los hombres, para experimentar de forma
inmediata y sensible su dependencia absoluta del Padre. Jesús se siente
agredido por el hambre y este momento de desfallecimiento es aprovechado por el
Maligno, que lo tienta con la intención de destruir el núcleo mismo de la
identidad de Jesús como Hijo de Dios: su adhesión sustancial e incondicional al
Padre. Con los ojos puestos en Cristo, vencedor del mal, los cristianos hoy nos
sentimos estimulados a adentrarnos en el camino de la Cuaresma. Nos empuja a
ello el deseo de autenticidad: ser plenamente aquello que somos, discípulos de
Jesús y, con Él, hijos de Dios. Por esto queremos profundizar en nuestra
adhesión honda a Jesucristo y a su programa de vida que es el Evangelio: «No
sólo de pan vive el hombre» (Lc 4,4).
Como Jesús en el desierto, armados con la sabiduría de la
Escritura, nos sentimos llamados a proclamar en nuestro mundo consumista que el
hombre está diseñado a escala divina y que sólo puede colmar su hambre de
felicidad cuando abre de par en par las puertas de su vida a Jesucristo
Redentor del hombre. Esto comporta vencer multitud de tentaciones que quieren
empequeñecer nuestra vocación humano-divina. Con el ejemplo y con la fuerza de
Jesús tentado en el desierto, desenmascaremos las muchas mentiras sobre el
hombre que nos son dichas sistemáticamente desde los medios de comunicación
social y desde el medio ambiente pagano donde vivimos.
San Benito dedica el capítulo 49 de su Regla a “La
observancia cuaresmal” y exhorta a «borrar en estos días santos las
negligencias de otros tiempos (...), dándonos a la oración con lágrimas, a la
lectura, a la compunción del corazón y a la abstinencia (...), a ofrecer a Dios
alguna cosa por propia voluntad con el fin de dar gozo al Espíritu Santo (...) y
a esperar con deseo espiritual la Santa Pascua».
P. Josep LAPLANA OSB Monje de Montserrat (Montserrat,
Barcelona, España)
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