"Quiero anunciar en
esta Celebración Eucarística que he decidido convocar un «Año de la Fe» que
ilustraré con una carta apostólica especial. Este Año de la Fe comenzará el 11
de octubre de 2012, en el 50º aniversario de la apertura del Concilio Vaticano
II, y terminará el 24 de noviembre de 2013, solemnidad de Cristo Rey del
Universo. Será un momento de gracia y de compromiso por una conversión a Dios
cada vez más plena, para reforzar nuestra fe en Él y para anunciarlo con
alegría al hombre de nuestro tiempo" (Homilía de Benedicto XVI en la santa
Misa para la nueva evangelización, 16 octubre 2011).
Con estas palabras, el Santo Padre ha convocado a toda la
Iglesia a movilizarse a favor de la gran empresa de la fe en nuestro tiempo.
¿Qué sentido da el Papa a este Año de la fe? ¿Qué objetivos
pretende con él? La respuesta la hallaremos en los dos documentos con los que
fueron convocados los dos años de la fe después del Concilio Vaticano II: el de
Pablo VI (1967) y ahora el de Benedicto XVI:
1) "Para confirmar nuestra fe rectamente
expresada" (Pablo VI), "redescubrir los contenidos de la fe
profesada, celebrada, vivida y rezada" (Benedicto XVI).
2) "Para promover el estudio de las enseñanzas del
Concilio Vaticano II" (Pablo VI), "con el Concilio se nos ha ofrecido
una brújula segura para orientarnos en el camino del siglo que comienza"
(Benedicto XVI).
3) "Para sostener los esfuerzos de los católicos que
buscan profundizar las verdades de la fe" (Pablo VI); "intensificar
la reflexión sobre la fe para ayudar a todos los creyentes en Cristo a que su
adhesión al Evangelio sea más consciente y vigorosa, sobre todo en un momento
de profundo cambio como el que la humanidad está viviendo" (Benedicto
XVI).
A estos fines comunes a los dos Papas, Benedicto XVI
añade, fijándose en las circunstancias actuales, algunos más:
A) "Invitar a una auténtica y renovada conversión al
Señor, único Salvador del mundo".
B) "Comprometerse a favor de una nueva
evangelización para redescubrir la alegría de creer y volver a encontrar el
entusiasmo de comunicar la fe".
C) "Suscitar en todo creyente la aspiración a
confesar la fe con plenitud y renovada convicción, con confianza y
esperanza".
D) "Comprender de manera más profunda no sólo los
contenidos de la fe sino, juntamente también con eso, el acto con el que
decidimos de entregarnos totalmente y con plena libertad a Dios".
¡Un año entero para ello hará mucho bien a toda la
comunidad de la iglesia!
Benedicto XVI propone el Catecismo, en este Año de la Fe,
"como un verdadero instrumento de
apoyo a la fe, especialmente para quienes se preocupan por la formación de los
cristianos, tan importante en nuestro contexto cultural" (Porta fidei,
no. 12).
En las parroquias, en las escuelas privadas o públicas,
el Catecismo brinda un apoyo insustituible para la enseñanza de la fe a los
niños y jóvenes. Un cierto vaciamiento de la fe objetiva, que hoy se presiente
en muchas iglesias particulares, tal vez sea debido a que se ha dejado de lado
una referencia explícita al Catecismo de la Iglesia Católica. Quizás en estos
últimos decenios se ha incubado y luego desarrollado el peligro de dar
preferencia a los métodos, a la pedagogía, a los sentimientos, sobre los
contenidos.
El Año de la Fe puede ayudar a la catequesis, también a
la de adultos, a conseguir un equilibrio, una armonía entre pedagogía y
teología, entre el contenido de la fe y las formas de comunicarlo a los demás.
El papa Ratzinger ha invitado a la Congregación para la Doctrina de la Fe a
que, redacte una Nota con la que se ofrezca a la Iglesia y a los creyentes
algunas indicaciones para vivir este año de la fe de la manera más eficaz y
apropiada, ayudándoles a creer y evangelizar (Porta fidei, no. 12).
En la sociedad en que vivimos se entrecruzan los
cristianos con hermanos en la fe, que ahora son indiferentes y viven al margen
de ella; con hombres y mujeres de otras religiones, o que no son creyentes,
aunque busquen sinceramente y de corazón la verdad. En este año de la fe, es
importante para todos tomar en las manos el Catecismo de la Iglesia Católica,
leerlo, reflexionarlo, dejar que la verdad y belleza de la fe que en él se
expresa echen raíces en el corazón y florezcan en frutos de luz, de conversión
y renovación, de gozo y de paz. A los no creyentes la lectura del Catecismo
puede constituir una llamada amorosa de Dios.
Que este Año de la Fe haga cada vez más fuerte la
relación con Cristo, pues sólo en Él tenemos la certeza para mirar al futuro y
la garantía de un amor auténtico y duradero.
Texto completo de la Carta Apostólica PORTA FIDEI:
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