En su última
catequesis sobre el Bautismo, el Papa Francisco reflexionó sobre el significado
de los símbolos de las vestiduras blancas y de la vela durante la ceremonia
bautismal. A continuación, la catequesis del Papa Francisco:
Queridos hermanos y
hermanas, ¡buenos días!
Hoy concluimos el
ciclo de catequesis sobre el Bautismo. Los efectos espirituales de este
sacramento, invisibles para los ojos pero que operan en el corazón de quien se
ha convertido en una nueva criatura, se hacen explícitos mediante la entrega de
la prenda blanca y la vela encendida.
Después del lavacro
de regeneración, capaz de recrear al hombre según Dios en la verdadera santidad
(cf. Ef 4,24), pareció natural, desde los primeros siglos, revestir a los
nuevos bautizados con una prenda nueva, blanca, a semejanza del esplendor de la
vida conseguida en Cristo y en el Espíritu Santo. La vestimenta blanca expresa
simbólicamente lo que ha sucedido en el sacramento, y anuncia, al mismo tiempo,
la condición de los transfigurados en la gloria divina
San Pablo recuerda el
significado de revestirse de Cristo, cuando explica cuáles son las virtudes que
deben cultivar los bautizados: "Elegidos de Dios, santos y amados, de
entrañas de misericordia, de bondad, humildad, mansedumbre y paciencia,
soportándoos unos a otros y perdonándoos mutuamente al otro…Y por encima de
todo esto revestíos de caridad, que es el vínculo de la perfección”. (Col 3:
12-14).
La entrega ritual de
la llama tomada del cirio pascual también recuerda el efecto del Bautismo:
"Recibid la luz de Cristo", dice el sacerdote. Estas palabras recuerdan que nosotros no
somos la luz, sino que la luz es Jesucristo (Jn 1, 9, 12, 46), quien,
resucitado de entre los muertos, ha vencido las tinieblas del mal. ¡Nosotros
estamos llamados a recibir su esplendor! Al igual que la llama del cirio
pascual ilumina cada vela, el amor del Señor resucitado inflama los corazones
de los bautizados, llenándolos de luz y calor. Y por eso desde los primeros
siglos el sacramento del bautismo también se llama "iluminación" y al
bautizado se le llamaba "el iluminado”.
Esta es ciertamente
la vocación cristiana: "Caminar siempre como hijos de la luz, perseverando
en la fe" (cf. Rito de la iniciación cristiana de adultos, n. ° 226, Jn
12, 36). Si se trata de niños, es deber de los padres, junto con los padrinos y
madrinas preocuparse por alimentar la llama de la gracia bautismal en sus
pequeños, ayudándolos a perseverar en la fe (cf. Rito del bautismo de los
niños, n. 73). "La educación en la fe, que en justicia se les debe a los
niños, tiende a llevarles gradualmente a comprender y asimilar el plan de Dios
en Cristo, para que finalmente ellos mismos puedan libremente ratificar la fe
en que han sido bautizados. "(ibid., Introducción, 3).
La presencia viva de
Cristo, que debemos proteger, defender y dilatar en nosotros, es la lámpara que
ilumina nuestros pasos, luz que orienta nuestras decisiones, llama que calienta
los corazones para ir al encuentro del Señor, haciéndonos capaces de ayudar a
los que hacen el camino con nosotros, hasta la comunión inseparable con Él. Ese
día, dice también el Apocalipsis, "Noche ya no habrá; no tienen necesidad
de luz de lámpara ni de luz del sol, porque el Señor Dios los alumbrará y
reinarán por los siglos de los siglos"(véase 22: 5).
La celebración del
bautismo termina con la oración del Padre Nuestro, propia de la comunidad de
los hijos de Dios. En efecto, los niños renacidos en el bautismo reciben la
plenitud del don del Espíritu en la confirmación y participan en la eucaristía,
aprendiendo lo que significa dirigirse a Dios llamándolo "Padre".
Al final de estas
catequesis sobre el Bautismo, repito a cada uno de vosotros la invitación que
expresé en la exhortación apostólica Gaudete et Exsultate: "Deja que la
gracia de tu Bautismo fructifique en un camino de santidad. Deja que todo esté
abierto a Dios y para ello opta por él, elige a Dios una y otra vez. No te
desalientes, porque tienes la fuerza del Espíritu Santo para que sea posible, y
la santidad, en el fondo, es el fruto del Espíritu Santo en tu vida (cf. Ga
5,22-23)”.
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