Ilustramos la nota con una fotografía del Papa Francisco
saludando al Padre Pedro en la Plaza San Pedro. Dos pastores con olor a oveja, cuya presencia al frente de la Iglesia –el primero de ellos– y en nuestra
parroquia ahora y próximamente en el Arzobispado de Córdoba como Obispo
Auxiliar –Pedro– nos hacen percibir que Dios está disponiendo de sus mejores
hombres para poner al frente del rebaño.
De todos modos, en la parroquia, nos resulta casi inevitable
el vivir una sensación un tanto ambivalente:
Por un lado tenemos la alegría de saber que “nuestro
Pedro” se va a constituir en Pastor de casi dos millones de almas en Córdoba y
que todos podrán disfrutar de su entrega generosa, de su lucidez y claridad al
explicar la Palabra, de su sólida formación espiritual, de su sentido ecuménico
e interreligioso, de su capacidad de trabajo al servicio del Señor y de los
hermanos que lo necesitan
Y por otro lado, no podemos evitar un dejo de tristeza
por no tenerlo más en forma cotidiana en nuestra comunidad parroquial, donde su
presencia nos ha dado en estos dos años y medio toda la ayuda espiritual, el
consejo oportuno, la corrección que no molesta, el acompañamiento en las
labores de los distintos grupos, las permanentes visitas a enfermos, y hasta su
figura inquieta y movediza haciendo sonar la campana del templo antes de las
Misas casi con el entusiasmo de un niño...
La Arquidiócesis recibe un gran pastor. La parroquia
seguramente recibirá, por la inspiración del Espíritu de Dios, el párroco que
mejor se adapte a las necesidades de la comunidad.
Nuestras oraciones están y estarán con el Padre Pedro y
también rezamos a la Inmaculada Virgen del Valle por el nuevo párroco que está por llegar
en este Adviento.
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