Compartimos un
fragmento de la nota publicada el hace unos días en el Diario “La Voz del Interior”,
de nuestro Obispo Auxiliar Mons. Pedro Javier Torres:
[Hace unos días]
culminó para los cristianos el tiempo de Navidad, tanto para quienes celebran
el 25 de diciembre, según el Calendario Gregoriano, como para los fieles
ortodoxos que se rigen por el calendario Juliano, en el que se celebra el
nacimiento de Jesús, el príncipe de la Paz.
Fue el contexto de la
Navidad en 1993 el que alimentó resoluciones espirituales de siete monjes
trapenses de nacionalidad francesa, que se encontraban en un monasterio de
Argelia en los años de la guerra civil que se cobró más de 44 mil vidas, y se
decidieron a permanecer allí, con un profundo compromiso con el diálogo
interreligioso, arriesgando sus vidas en fidelidad a su vocación de inmolarse
por los hermanos para manifestar la ternura de Dios con todos.
Querían dar la vida
por un mundo más humano. De hecho, fueron secuestrados y asesinados en 1996.
Su historia llegó
incluso al cine en la película “De dioses y hombres”, ganadora del gran premio
del Festival de Cannes de 2010. Uno de ellos, el Padre Christian, dejó un
testamento conmovedor e iluminador, como también cartas y un cuaderno de
meditaciones. Pocos días antes de ser secuestrado, escribía en una clara
alusión a los cinco pilares del islam, que conocía muy bien, que los cinco
pilares de la paz son: paciencia,
pobreza, presencia, oración, perdón.
De estas cinco
expresiones que podrían dar para una larga reflexión, la más desarrollada en su
testamento espiritual, a mi parecer, es la del Perdón.
Se sabe necesitado
del perdón de Dios y de los hermanos, porque “habiendo superado la inocencia de
la infancia, se siente cómplice del mal que parece, desgraciadamente,
prevalecer en el mundo”. Y pide a Dios un instante de lucidez para perdonar,
incluso a quien podría matarle. Su oración era: “Señor, desarma-me y desarma-los”.
Pide perdón a Dios
por los agresores, porque cree que sólo el perdón puede romper la cadena del
odio y la violencia.
Considera que el
perdón permite descubrir en el ofensor, por encima de toda desemejanza, la
imagen de Dios.
Estos mártires,
artesanos de la paz, que al parecer serán prontamente beatificados, son
testigos de que, pese a todo, ser hijos de Dios y la fraternidad universal son
el fundamento para la paz.”
Fuente:
Arzobispado de Córdoba (Carolina Pedri)
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