Ante miles de
peregrinos reunidos en la plaza San Pedro, el Papa Francisco inició este
miércoles 8 de noviembre un nuevo ciclo de catequesis dedicado a la santa misa.
Este es el texto
desarrollado en el día de hoy:
Queridos hermanos y
hermanas: ¡buenos días!
Comenzamos hoy una
serie nueva de catequesis, que se centrará en el “corazón” de la Iglesia, es
decir en la Eucaristía. Para nosotros, cristianos, es fundamental entender bien
el valor y el significado de la santa misa para vivir cada vez más plenamente
nuestra relación con Dios.
No podemos olvidar el
gran número de cristianos que, en todo el mundo, a lo largo de dos mil años de
historia, han resistido hasta la muerte para defender la Eucaristía, ni tampoco
a aquellos que, incluso hoy, arriesgan la vida para participar en la misa
dominical.
En el 304, durante la
persecución de Diocleciano, un grupo de cristianos del norte de África fue
sorprendido mientras celebraba la misa en una casa y fue arrestado. El
procónsul romano, en el interrogatorio, les preguntó por qué lo habían hecho,
sabiendo que estaba absolutamente prohibido. Y ellos contestaron: “Sin el
domingo no podemos vivir”, que significaba: Si no podemos celebrar la
Eucaristía, no podemos vivir, nuestra vida cristiana moriría.
Efectivamente, Jesús
dijo a sus discípulos: “Si no comen la carne del Hijo del Hombre y no beben su
sangre, no tendrán vida en ustedes”. El que come mi carne y bebe mi sangre,
tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día “(Jn 6,53 a 54).
Aquellos cristianos
norteafricanos fueron asesinados porque celebraban la Eucaristía. Nos dejaron
el testimonio de que se puede renunciar a la vida terrena por la Eucaristía,
porque nos da la vida eterna haciéndonos partícipes de la victoria de Cristo
sobre la muerte. Un testimonio que nos interpela y exige una respuesta sobre lo
que significa para cada uno de nosotros participar en el sacrificio de la misa
y acercarnos a la mesa del Señor.
¿Buscamos ese
manantial del que brota “el agua viva” para la vida eterna?, ¿Qué hace de
nuestra vida un sacrificio espiritual de alabanza y de acción de gracias y nos
hace un solo cuerpo con Cristo? Este es el sentido más profundo de la santa Eucaristía,
que significa “acción de gracias”: acción de gracias a Dios Padre, Hijo y
Espíritu Santo, que nos atrae y nos transforma en su comunión de amor.
En las próximas
catequesis me gustaría responder a algunas preguntas importantes sobre la Eucaristía
y la misa, para volver a descubrir, o a descubrir, cómo a través de este
misterio de fe resplandezca el amor de Dios.
El Concilio Vaticano
II estaba fuertemente animado por el deseo de que los cristianos comprendiesen
la grandeza de la fe y la belleza del encuentro con Cristo. Por ese motivo, era
necesario ante todo actuar, con la guía del Espíritu Santo, una adecuada
renovación de la liturgia ya que la Iglesia vive y se renueva continuamente
gracias a ella.
Un tema central que
los Padres conciliares subrayaron es la formación litúrgica de los fieles,
indispensable para una verdadera renovación. Y este es también el objetivo de
este ciclo de catequesis que comenzamos hoy: crecer en el conocimiento del don
que Dios nos dio en la Eucaristía.
La Eucaristía es un
acontecimiento maravilloso en el que Jesucristo, nuestra vida, se hace
presente. Participar en la misa “es vivir otra vez la pasión y la muerte
redentora del Señor. Es una teofanía: el Señor se presenta en el altar para ser
ofrecido al Padre por la salvación del mundo”. (Homilía en la misa, Casa Santa
Marta, 10 de febrero de 2014).
El Señor está allí,
con nosotros, presente. Son tantas las veces que vamos allí, miramos las cosas,
charlamos entre nosotros mientras el sacerdote celebra la Eucaristía… ¡y no
celebramos cerca de Él! ¡Pero es el Señor! Si hoy viniera aquí el Presidente de
la República o alguien muy importante en el mundo, seguro que todos estaríamos
cerca de él, que querríamos saludarlo. Pero pensá: Cuando vas a misa ¡el Señor
está allí! Y estás distraído. ¡Es el Señor! Tenemos que pensarlo. “Padre es que
las misas son aburridas…” Pero ¡qué decís! ¿El Señor es aburrido? –”No, no, la
misa no, los curas”. –“Ah, que se conviertan los curas, pero el Señor es quien
está allí”- ¿Entendido? No se olviden. “Participar en la misa es vivir otra vez
la pasión y la muerte redentora del Señor”.
Probemos ahora a
formular algunas preguntas fáciles. Por ejemplo, ¿Por qué se hace el signo de
la cruz y el acto de penitencia al comienzo de la Misa? Y aquí me gustaría
hacer otro paréntesis. ¿Han visto cómo se persignan los niños? No saben lo que
hacen, si es el signo de la cruz o un dibujo…. Hay que enseñar a los niños a
persignarse bien. Así empieza la misa, así empieza la vida, así empieza la
jornada.
Quiere decir que
fuimos redimidos con la cruz del Señor. Miren a los niños y enséñenles a
persignarse bien. Y esas lecturas en la misa, ¿Por qué están allí? ¿Por qué los
domingos hay tres lecturas y los demás días dos? ¿Por qué están allí? ¿Qué
significado tiene la lectura en la misa?, ¿Por qué se leen y qué tienen que
ver? O, ¿Por qué en un momento dado el sacerdote que preside la celebración
dice: “Levantemos el corazón?” No dice: “¡Levantemos los celulares para sacar
una foto! No, está muy mal. Y les digo que me pongo muy triste cuando celebro aquí
en la Plaza o en la Basílica y veo tantos celulares levantados, no solamente
por los fieles, sino también por algunos sacerdotes y también por obispos.
Pero, ¡por favor! La misa no es un espectáculo: es ir a encontrar la pasión y
la resurrección del Señor. Por eso el sacerdote dice: “Levantemos el corazón”.
¿Qué significa? Acuérdense: Nada de celulares.
Es muy importante
volver a los cimientos, redescubrir lo que es esencial, a través de lo que se
toca y se ve en la celebración de los sacramentos. La petición del apóstol
Santo Tomás (cf. Jn 20,25), de poder ver y tocar las heridas de los clavos en
el cuerpo de Jesús, es el deseo de poder, de alguna manera, “tocar” a Dios para
creer en El. Lo que Santo Tomás pide al Señor es lo que todos necesitamos: verlo
y tocarlo para reconocerlo. Los sacramentos salen al encuentro de esta
necesidad humana. Los sacramentos, y la celebración eucarística en particular,
son los signos del amor de Dios, las formas privilegiadas de reunirse con él.
Así, a través de
estas catequesis que empezamos hoy me gustaría redescubrir junto con ustedes la
belleza que se esconde en la celebración eucarística, y que, una vez revelada,
da pleno sentido a la vida de cada uno de nosotros. Nuestra Señora nos acompañe
en este nuevo tramo del camino. Gracias.
(Continuará la semana próxima)
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