El 25 de noviembre, un enviado del Papa volverá a Córdoba
para beatificar a Catalina de María Rodríguez. Una de sus “hijas” espirituales
nos cuenta por qué esta santificación es “especial”.
Silvia Somaré tiene dos licenciaturas: en Administración
y en Ciencias Religiosas. Es orientadora familiar y autora de siete libros. Y
desde 1987 es religiosa de las Hermanas Esclavas del Corazón de Jesús. De eso
habla el hábito religioso que viste y también sus “hábitos” pastorales tan
inquietos. Hoy es la responsable de la difusión de la beatificación de la Madre
Catalina de María Rodríguez, que se realizará el 25 de noviembre próximo y,
sobre todo, de la vida de esta mujer singular.
-¿Cuál es el mensaje
para los cordobeses y para los argentinos de este tiempo de la beatificación de
una mujer que vivió dos siglos atrás?
-La beatificación de Catalina, si bien es un
reconocimiento de la Iglesia hacia la vida de bien que llevó esta mujer, no es
un trofeo o un signo de superioridad. Es la figura de una persona que se pone
como modelo por imitar, lo mismo que hace, por ejemplo, la historia con los
próceres. En la Iglesia, además de ejemplo, se la considera mediadora ante
Dios.
-Pero me imagino que
también hay un mensaje “laico”, que va más allá de lo eclesial, porque se trata
de una mujer especial, por el tiempo en el que le tocó vivir...
-La época en que vivió Catalina, pleno siglo XIX, fue el
tiempo en el que se diseñaba la patria naciente, se buscaban caminos por dónde
construir la mejor Córdoba y la mejor Argentina. Había disensos, puntos de
vista y luchas fratricidas por esas diferentes ideas políticas que apuntaban al
ideal de República. Unitarios contra federales, rosistas contra antirrosistas,
el interior versus Buenos Aires. Esas ideas políticas tenían también
expresiones en la sociedad, en la economía, en la cultura. Sumados a los
paradigmas del silencio y de la educación rudimentaria de la mujer, además del
protagonismo acotado a unas pocas con relación a los varones que lideraban en
todo sentido.
-Hoy seguimos con
disensos...
-Con disensos y paradigmas. El gran mensaje de esta
beatificación para la sociedad es rescatar figuras como Catalina de María,
quien, buscando dejar el mundo mejor de lo que lo encontró, hizo visible lo que
incomodaba y entregó su propia vida detrás de su ideal. Fue una mujer que dio
voz a otras y que golpeó puertas sin temer a los portazos, sin usar una actitud
de competencia con el varón, sino de complemento. Se involucró con su tiempo y
con su fe aportando ideas superadoras, generando encuentros y tendiendo
puentes.
-Perdón, pero ¿está
segura de que fue así? No era fácil para una mujer, en ese tiempo, ser tan
rebelde.
-Más que de rebeldías de la Madre Catalina me gusta hablar
de transgresiones, de visiones amplias y atemporales. Y antes de describirlas,
es importante aclarar el porqué y el por quién de estas “rebeldías”. No lo hizo
por el nombre de una calle o un monumento, por su propio ego o para demostrar
su poder. Lo hizo tras de su ideal que era servir a Dios y, en Él, al prójimo
más herido. De ese modo la rebeldía cobra otro color y es la que perdura en el
tiempo, y es permeable a todos. También para comprenderla hay que considerar el
rol puertas adentro que jugaba la mujer sin tener acceso a la educación formal,
como así tampoco al diálogo con autoridades o a opinar en público.
-¿Era una monja
“atrevida”?
-No. Pero sí podemos decir que Catalina cometió muchas
acciones llevada por lo que sería un “más vale pedir perdón que pedir permiso”.
Como que se lanzó conscientemente, no de un modo atropellado, pero saliéndose
del molde.
-¿En qué acciones,
por ejemplo?
-Le cuento algunas: en un momento de su matrimonio, su
esposo, que era antirrosista, junto con otros militares, fue acusado
injustamente de liderar una revuelta, y fue llevado preso. Catalina, junto con
otras esposas preocupadas, le escribió una carta al gobernador Fragueiro para
pedir la liberación de los maridos “en nombre de la humanidad y la
civilización”. Años después, ya viuda, con el deseo de fundar la Congregación
religiosa, dijo que encontraba obstáculos por su salud precaria y por su
“estado de viudez”, es decir, que le ponían dificultades para el voto de
castidad por no ser virgen. Y ella misma señala que lo que interesa es la
virtud y los méritos.
-“La tenía clara”
dirían hoy los chicos...
-Era una mujer decidida. Ante la dificultad para
concretar la fundación de la Congregación, su director espiritual le dijo que
intentara entrar en un convento de clausura. Hay que recordar que esto ocurría
en una época patriarcal y clericalista, en la que la opinión del confesor era
prácticamente la “voluntad de Dios”. Catalina rechazó la propuesta con el
argumento de que no tenía espíritu para esos conventos...
-Y así nacieron “las
Esclavas”...
-La fundación de las hermanas Esclavas se da en una época
en la que, en nuestro país y alrededores, la vida religiosa femenina era
puertas adentro. Y Catalina plantea una congregación apostólica, en la calle, y
así surge la primera congregación de este tipo en el país. Quizás la más
resonante de las “rebeldías” es su idea fundacional: formar “una comunidad de
Señoras al servicio de las Mujeres”, para enseñarles, protegerlas porque le
daban pena los peligros en que estaban. Nada especial si lo leemos
literalmente, pero particularísimo cuando se advierte que cuando Catalina decía
“mujeres”, se refería a las mulatas, a las prostitutas, a las esclavas, a las
sirvientas... Todas las que en esa época eran consideradas lo menos valioso o
inexistente de la sociedad. “Señoras” eran las solteras o casadas que por
apellido, abolengo, marido o fortuna se destacaban como lo superior del género
femenino. Catalina da vuelta el paradigma, ya que hasta entonces las “mujeres”
servían a las señoras, y Catalina propone que sea al revés.
- Fue laica durante
48 años y tuvo una hija. Primera latina elevada al altar que fue madre de
familia.
“Catalina fue laica durante 48 años. En ese tiempo se
casó con un viudo que ya tenía dos hijos y tuvo una hija que se le murió al
nacer. Fue una buena esposa quien, al morir su marido, dijo: ‘Murió el ser que
yo más amaba después de Dios’. Crió como propios a sus hijastros quienes
desearon siempre estar a su lado después de la muerte del padre. Por eso,
Catalina será también la primera beata latinoamericana que fue madre de
familia”.
Por
Javier Cámara (La Voz del Interior)
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