Hoy es el día
dedicado a la memoria litúrgica del amado San Juan Pablo II, en recuerdo de un
aniversario más del comienzo de su pontificado en al año 1978 (el año próximo
serán 40 años).
Karol Józef
Wojtyła nació en Wadowice (Polonia) el 18 de mayo de 1920. Durante la ocupación
nazi tuvo que trabajar en una cantera y luego en una fábrica química. Estudió
en las universidades de Cracovia, Roma y Lublin. Se ordenó de sacerdote en 1946
y en 1964 fue nombrado Arzobispo de Cracovia. Participó en el Concilio Vaticano
II. Elegido papa el 16 de octubre de 1978, tomó el nombre de Juan Pablo II.
Ejerció su ministerio petrino con incansable espíritu misionero. Realizó muchos
viajes apostólicos. Celebró innumerables encuentros con el pueblo de Dios y con
los responsables de las naciones. Su amor a los jóvenes le impulsó a iniciar en
1985 las Jornadas Mundiales de la Juventud. Su atención hacia la familia se
puso de manifiesto con los encuentros mundiales de las familias, inaugurados
por él en 1994. Promovió el diálogo con los judíos y con los representantes de
las demás religiones. Para mostrar al pueblo ejemplos de santidad de hoy,
declaró 1338 beatos y 482 santos. Publicó incontables documentos, reformó el
Código de Derecho Canónico. Falleció el 2 de abril de 2005.
Es ampliamente
conocida la devoción mariana de San Juan Pablo II, que él mismo relataba que se
había iniciado cuando a los diez años, siendo un niño, había recibido en un
Monasterio Carmelita de Wadowice el escapulario que luego conservó puesto toda
su vida.
De su Encíclica
Evangeliu Vitae tomamos esta oración de San Juan Pablo II a la Santísima
Virgen:
Oh María,
aurora del
mundo nuevo,
Madre de los
vivientes,
a Ti confiamos
la causa de la vida:
mira, Madre, el
número inmenso
de niños a
quienes se impide nacer,
de pobres a
quienes se hace difícil vivir,
de hombres y
mujeres víctimas
de violencia
inhumana,
de ancianos y
enfermos muertos
a causa de la
indiferencia
o de una
presunta piedad.
Haz que quienes
creen en tu Hijo
sepan anunciar
con firmeza y amor
a los hombres
de nuestro tiempo
el Evangelio de
la vida.
Alcánzales la
gracia de acogerlo
como don
siempre nuevo,
la alegría de
celebrarlo con gratitud
durante toda su
existencia
y la valentía
de testimoniarlo
con solícita
constancia, para construir,
junto con todos
los hombres de buena voluntad,
la civilización
de la verdad y del amor,
para alabanza y
gloria de Dios Creador
y amante de la
vida.
Amén.
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