Que
Brochero esté entre los beatos es una alegría y una bendición muy grande para
los argentinos y devotos de este pastor con olor a oveja, que se hizo pobre
entre los pobres, que luchó siempre por estar bien cerca de Dios y de la gente,
que hizo y continúa haciendo tanto bien como caricia de Dios a nuestro pueblo
sufrido.
Me
hace bien imaginar hoy a Brochero en su mula malacara, recorriendo los largos
caminos áridos y desolados de los 200 kilómetros cuadrados de su parroquia,
buscando casa por casa a los bisabuelos y tatarabuelos de ustedes, para
preguntarles si necesitaban algo y para invitarlos a hacer los ejercicios
espirituales de San Ignacio de Loyola. Conoció todos los rincones de su
parroquia. No se quedó en la sacristía a peinar ovejas.
El
Cura Brochero era una visita del mismo Jesús a cada familia… Lo invitaban con
mate, charlaban y Brochero les hablaba de un modo que todos lo entendían porque
le salía del corazón, de la fe y el amor que él tenía a Jesús… centró su acción
pastoral en la oración.
Este
coraje apostólico de Brochero lleno de celo misionero, esta valentía de su
corazón compasivo como el de Jesús que le hacía decir: “¡Guay de que el diablo
me robe un alma!”, lo movió a conquistar también para Dios a personas de mala
vida y paisanos difíciles. Se cuentan por miles los hombres y mujeres que, con
el trabajo sacerdotal de Brochero, dejaron el vicio y las peleas. Todos
recibían los sacramentos durante los ejercicios espirituales y, con ellos, la
fuerza y la luz de la fe para ser buenos hijos de Dios, buenos hermanos, buenos
padres y madres de familia, en una gran comunidad de amigos comprometidos con
el bien de todos, que se respetaban y ayudaban unos a otros.
El
Cura Brochero tiene la actualidad del Evangelio, es un pionero en salir a las
periferias geográficas y existenciales para llevar a todos el amor, la
misericordia de Dios. No se quedó en el despacho parroquial, se desgastó sobre
la mula y acabó enfermando de lepra, a fuerza de salir a buscar a la gente,
como un sacerdote callejero de la fe. Esto es lo que Jesús quiere hoy,
discípulos misioneros, ¡callejeros de la fe!
Brochero
era un hombre normal, frágil, como cualquiera de nosotros, pero conoció el amor
de Jesús, se dejó trabajar el corazón por la misericordia de Dios. Supo salir
de la cueva del “yo me-mi-conmigo-para mí” del egoísmo mezquino que todos
tenemos… Brochero escuchó el llamado de Dios y eligió el sacrificio de trabajar
por su Reino, por el bien común que la enorme dignidad de cada persona se
merece como hijos de Dios…
(De la carta del Papa
Francisco el día de la Beatificación – 14/09/2013)
“[Brochero]
Es un hombre de carne y huesos: dice misa, confiesa, ayuda a bien morir,
bautiza, consagra la unión matrimonial, etc. Y sin embargo es una excepción:
practica el Evangelio. ¿Falta un carpintero? Es carpintero. ¿Falta un peón? Es
un peón. Se arremanga la sotana en donde quiera, toma la pala o la azada y abre
un camino público en 15 días, ayudado por sus feligreses. ¿Falta todo? ¡Pues él
es todo! y lo hace todo con la sonrisa en los labios y la satisfacción en el
alma, para mayor gloria de Dios y beneficio de los hombres, y todo sale bien
hecho porque es hecho a conciencia. Y no ha hecho solamente caminos públicos:
Ha hecho también una buena Iglesia. Ha hecho, además, un gran colegio… ¡y todo
sin subsidio de la provincia, sin erogación por parte de los miembros de la
localidad! ¿Lo ha hecho todo con sus propias garras! ¿Milagro? No. La cosa es
muy sencilla. Es cuestión de honradez y voluntad. En otros términos: es
cuestión de haber tomado el apostolado en serio, como lo ha tomado el Cura
Brochero”
(Pasaje de un
artículo periodístico cordobés de 1887, recopilado por la Lic. Liliana De
Denaro)
La
fidelidad de los santos, se abreva desde la caridad en el mandamiento único,
que tiene a Dios y al prójimo inseparables. Lo constatamos en Brochero y
podemos reflexionar en lo personal y compartir en lo familiar o grupal:
¿Qué realidades de
este tiempo esperan de nuestro compromiso personal para mejorarlas? Mi manera
personal de vivir la espiritualidad: ¿me anima a estar atento a los demás? A lo
largo de mi vida ¿qué compromisos he asumido y qué acciones he realizado desde
la fe para hacer mejor la vida de alguien, de la comunidad…? Los desafíos que
se me presentan (imprevistos, incomodidades, frustraciones…) ¿los asumo como
posibilidades o como dificultades?
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