Estamos viviendo el Año de la Misericordia. Vale entonces
recordar que las obras de misericordia
son acciones caritativas mediante las cuales ayudamos a nuestro prójimo en sus
necesidades corporales y espirituales. Las obras de
misericordia son 14 y se dividen en 7 Espirituales y 7 Corporales.
LAS SIETE OBRAS DE MISERICORDIA
ESPIRITUALES
1. Enseñar al que
no sabe.
Es importante que cooperemos con nuestros hermanos, pero
es más importante enseñarles a realizar por ellos mismos aquello que no saben.
Por ello, enseñémosle a orar, a perdonar, a perdonarse, a compartir, etc.
2. Dar buen
consejo al que lo necesita.
Para dar buen consejo es necesario que nosotros mismos
hayamos sido aconsejados por un director espiritual, que nos ayude a orar a
Dios Padre, para que nos envíe su Santo Espíritu y nos regale el don de
consejo. Así, bajo la guía del Señor, tanto nuestras palabras como nuestro
actuar, serán un constante aconsejar a los que lo necesitan.
3. Corregir al que
se equivoca.
Muchas veces nos enojamos o reímos cuando vemos a algún
hermano equivocarse, olvidándosenos que no somos perfectos e inevitablemente
nos equivocaremos también. Pensemos, ¿nos gustaría que se rieran de nosotros?,
definitivamente NO, así que, cuando alguien se equivoque corrijámoslo con amor
fraternal para que no lo vuelva a hacer.
4. Perdonar al que
nos ofende.
¡Qué difícil!... tanto que Jesús nos dice que debemos
perdonar 70 veces 7, es decir, SIEMPRE. Además en el Padre Nuestro, nos pone la
condición de perdonar nuestras ofensas, como nosotros perdonamos a los que nos
ofenden. Así que, a perdonar, perdonar, perdonar....
5. Consolar al
triste.
Jesús nos ha dicho: "Dichosos los que lloran porque
serán consolados". El consuelo de Dios, por medio de su Espíritu Santo,
nos consuela. Pero, además, Dios se vale de nosotros para consolar a los demás.
No se trata de decir: no llore, sino de buscar en las Escrituras, las palabras
que mejor se adecúen a la situación. En los salmos podremos encontrar esa
palabra de consuelo que requerimos, por eso, es conveniente recitarlos y
meditarlos constantemente.
6. Sufrir con
paciencia los defectos del prójimo.
¡Qué fácil es ver la paja en el ojo del prójimo y no
vemos la viga en el nuestro!. Cuando seamos capaces de disimular los defectos
de nuestro hermano, estaremos colaborando en la construcción del Reino del
Señor. Tengamos paciencia con los ancianos, los niños, el vecino, el compañero
de trabajo y ellos la tendrán con nosotros, en nuestros defectos.
7. Rogar a Dios
por los vivos y los difuntos.
Cuando escucho a mis hijos orar pidiendo a Diosito por
nosotros, por sus hermanos, por sus compañeros de escuela y por sus abuelitos
ya fallecidos, me siento agradecido de saber que muchos elevan una oración al
Creador por mí y por mis familiares o amigos que se me adelantaron a la casa
del Padre. Cada oración es una intercesión, y el Señor nos pide que oremos unos
por otros para mantenernos firmes en la fe, así como El oró por Pedro para que
una vez confirmado, le ayudara a sus hermanos.
LAS SIETE OBRAS DE MISERICORDIA CORPORALES
1. Visitar a los
enfermos.
Nuestros hospitales están llenos de enfermos olvidados
por sus familiares, o bien, personas que por la lejanía con el centro
hospitalario, no reciben visita alguna. Es bueno dar dinero para los
necesitados, pero que bueno es darnos nosotros mismos. Compartamos de nuestro
tiempo con ellos y llevémosles una palabra de aliento, un rato de compañía a
esos cristos en su monte de los olivos.
2. Dar de comer al
hambriento.
Jesús nos ordena compartir con el necesitado cunado nos
dice, "El que tenga dos capas dele una al que no tiene, y el que tenga
alimento, comparta con el que no" (San Lucas, 3-11). Al compartir nuestro
alimento, no solo les llenamos el estómago a nuestros hermanos necesitados,
sino que les mostramos el amor de Dios que no los deja desfallecer.
3. Dar de beber al
sediento.
Con cuantas ganas nos bebemos un vaso de agua fresca
luego de recorrer un largo trecho para calmar nuestra sed. ¿Cuántas veces
pensamos en nuestros hermanos que no tienen un lugar donde beberlo? Pensemos en
aquellos que se enferman porque deben calmar su sed con agua contaminada,
aquellos que mueren de sed porque otros la desperdician, incluso Jesús, en su
trance de muerte, sintió sed y lo exclamó con tanta vehemencia, que un soldado
romano le acercó una esponja con hiel y vinagre para que la calmara. ¿Somos
nosotros peores que ese soldado romano como para negar agua al sediento?
4. Dar posada al
peregrino.
Existen muchos inmigrantes que esperan nuestra ayuda para
poder vivir dignamente junto a su familia, ayuda que debe hacerse presente en
toda forma y a todo momento. Recordemos que esos hermanos desposeídos son
Sagrarios del Espíritu Santo que merecen al menos una Tienda de Encuentro con
el amor Divino.
5. Vestir al
desnudo.
A menudo nos encontramos con hermanos que están vestidos
con harapos o bien se encuentran desnudos, viéndose disminuida su dignidad de
hijos de Dios. Ayudémosles a recobrarla brindándoles una vestidura limpia y
respetable, que les permita reencontrar al Señor en la bondad de los demás.
6. Visitar a los
encarcelados.
Cada mañana nos levantamos y corremos a los centros de
estudio o trabajo, y posiblemente pasemos frente a un centro de reclusión en el
que muchos de nuestros hermanos sufren la soledad y la indiferencia. Nuestra
Santa Madre Iglesia nos llama a llevarles, no solo cosas materiales, sino el
cariño de toda la comunidad a cada uno de ellos, para que se sientan parte del
rebaño del Único Pastor.
7. Enterrar a los
muertos.
Sepultarlos no significa olvidarlos, por el contrario,
esta obra de misericordia coporal nos lleva a la obra de misericordia
espiritual que nos invita a rezar por los vivos y los muertos. Al enterrarlos
no debemos olvidar que es nuestro deber mantener sus sepulturas en buen estado,
pues en ellas se contienen los restos mortales de aquellos que fueron Templo
del Espíritu Santo.
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