En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos
pasaban por Galilea, pero Él no quería que se supiera, porque iba enseñando a
sus discípulos. Les decía: «El Hijo del hombre será entregado en manos de los
hombres; le matarán y a los tres días de haber muerto resucitará». Pero ellos
no entendían lo que les decía y temían preguntarle.
Llegaron a Cafarnaúm, y una vez en casa,
les preguntaba: «¿De qué discutíais por el camino?». Ellos callaron, pues por
el camino habían discutido entre sí quién era el mayor. Entonces se sentó,
llamó a los Doce, y les dijo: «Si uno quiere ser el primero, sea el último de
todos y el servidor de todos». Y tomando un niño, le puso en medio de ellos, le
estrechó entre sus brazos y les dijo: «El que reciba a un niño como éste en mi
nombre, a mí me recibe; y el que me reciba a mí, no me recibe a mí sino a Aquel
que me ha enviado». (Mc 9,30-37)
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