En aquel tiempo, los once discípulos
marcharon a Galilea, al monte que Jesús les había indicado. Y al verle le
adoraron; algunos sin embargo dudaron. Jesús se acercó a ellos y les habló así:
«Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced
discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y
del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado. Y he
aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo». (Mt
28,16-20)
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