En aquel tiempo, tomando Jesús de nuevo la palabra les
habló en parábolas, diciendo: «El Reino de los Cielos es semejante a un rey que
celebró el banquete de bodas de su hijo. Envió sus siervos a llamar a los
invitados a la boda, pero no quisieron venir. Envió todavía otros siervos, con
este encargo: Decid a los invitados: ‘Mirad, mi banquete está preparado, se han
matado ya mis novillos y animales cebados, y todo está a punto; venid a la
boda’.
»Pero ellos, sin hacer caso, se fueron el uno a su campo,
el otro a su negocio; y los demás agarraron a los siervos, los escarnecieron y
los mataron. Se airó el rey y, enviando sus tropas, dio muerte a aquellos
homicidas y prendió fuego a su ciudad.
»Entonces dice a sus siervos: ‘La boda está preparada,
pero los invitados no eran dignos. Id, pues, a los cruces de los caminos y, a
cuantos encontréis, invitadlos a la boda’. Los siervos salieron a los caminos,
reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos, y la sala de bodas se
llenó de comensales.
»Entró el rey a ver a los comensales, y al notar que
había allí uno que no tenía traje de boda, le dice: ‘Amigo, ¿cómo has entrado
aquí sin traje de boda?’. Él se quedó callado. Entonces el rey dijo a los
sirvientes: ‘Atadle de pies y manos, y echadle a las tinieblas de fuera; allí
será el llanto y el rechinar de dientes’. Porque muchos son llamados, mas pocos
escogidos». (Mt
22,1-14)
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