En aquel tiempo, la gente preguntaba a Juan: «Pues ¿qué
debemos hacer?». Y él les respondía: «El que tenga dos túnicas, que las reparta
con el que no tiene; el que tenga para comer, que haga lo mismo». Vinieron
también publicanos a bautizarse, y le dijeron: «Maestro, ¿qué debemos hacer?».
Él les dijo: «No exijáis más de lo que os está fijado». Preguntáronle también
unos soldados: «Y nosotros, ¿qué debemos hacer?». Él les dijo: «No hagáis
extorsión a nadie, no hagáis denuncias falsas, y contentaos con vuestra
soldada».
Como el pueblo estaba a la espera, andaban todos pensando
en sus corazones acerca de Juan, si no sería él el Cristo; respondió Juan a
todos, diciendo: «Yo os bautizo con agua; pero viene el que es más fuerte que
yo, y no soy digno de desatarle la correa de sus sandalias. Él os bautizará en
Espíritu Santo y fuego. En su mano tiene el bieldo para limpiar su era y
recoger el trigo en su granero; pero la paja la quemará con fuego que no se
apaga». Y, con otras muchas exhortaciones, anunciaba al pueblo la Buena Nueva.
(Lc 3,10-18)
Comentario
Hoy la Palabra de Dios nos presenta, en pleno Adviento,
al Santo Precursor de Jesucristo: san Juan Bautista. Dios Padre dispuso
preparar la venida, es decir, el Adviento, de su Hijo en nuestra carne, nacido
de María Virgen, de muchos modos y de muchas maneras, como dice el principio de
la Carta a los Hebreos (1,1). Los patriarcas, los profetas y los reyes
prepararon la venida de Jesús.
Veamos sus dos genealogías, en los Evangelios de Mateo y
Lucas. Él es hijo de Abraham y de David. Moisés, Isaías y Jeremías anunciaron
su Adviento y describieron los rasgos de su misterio. Pero san Juan Bautista,
como dice la liturgia (Prefacio de su fiesta), lo pudo indicar con el dedo, y
le cupo —¡misteriosamente!— hacer el Bautismo del Señor. Fue el último testigo
antes de la venida. Y lo fue con su vida, con su muerte y con su palabra. Su
nacimiento es también anunciado, como el de Jesús, y es preparado, según el
Evangelio de Lucas (caps. 1 y 2). Y su muerte de mártir, víctima de la
debilidad de un rey y del odio de una mujer perversa, prepara también la de
Jesús. Por eso, recibió él la extraordinaria alabanza del mismo Jesús que
leemos en los Evangelios de Mateo y de Lucas (cf. Mt 11,11; Lc 7,28): «Entre
los nacidos de mujer no hay nadie mayor que Juan Bautista». Él, frente a esto,
que no pudo ignorar, es un modelo de humildad: «No soy digno de desatarle la
correa de sus sandalias» (Lc 3,16), nos dice hoy. Y, según san Juan (3,30):
«Conviene que Él crezca y yo disminuya».
Oigamos hoy su palabra, que nos exhorta a compartir lo
que tenemos y a respetar la justicia y la dignidad de todos. Preparémonos así a
recibir a Aquel que viene ahora para salvarnos, y vendrá de nuevo a «juzgar a
los vivos y a los muertos».
Cardenal Jorge MEJÍA Archivista y Bibliotecario de la
S.R.I. (Città del Vaticano, Vaticano)
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