En aquel tiempo, Jesús llamó a los Doce y comenzó a
enviarlos de dos en dos, dándoles poder sobre los espíritus inmundos. Les
ordenó que nada tomasen para el camino, fuera de un bastón: ni pan, ni alforja,
ni calderilla en la faja; sino: «Calzados con sandalias y no vistáis dos
túnicas». Y les dijo: «Cuando entréis en una casa, quedaos en ella hasta
marchar de allí. Si algún lugar no os recibe y no os escuchan, marchaos de allí
sacudiendo el polvo de la planta de vuestros pies, en testimonio contra ellos».
Y, yéndose de allí, predicaron que se convirtieran; expulsaban a muchos
demonios, y ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban.
(Mc 6,7-13)
Comentario
Hoy, Domingo XV (B) del tiempo ordinario, leemos en el
Evangelio que Jesús envía a los Doce, de dos en dos, a predicar. Hasta ahora
han acompañado al Maestro por los caminos de Galilea, pero ha llegado la hora
de comenzar la difusión del Evangelio, la Buena Nueva: la noticia de que
nuestro Padre Dios nos ama con un amor infinito y que nos ha traído a la vida
para hacernos felices por toda la eternidad. Esta noticia es para todos. Nadie
ha de quedar al margen de la enseñanza liberadora de Jesús. Nadie queda
excluido del Amor de Dios. Es necesario llegar hasta el último rincón del
mundo. Hay que anunciar el gozo de la salvación plena y universal, por medio de
Jesucristo, el Hijo de Dios hecho hombre por nosotros, muerto y resucitado y
presente activamente en la Iglesia.
Equipados con «poder sobre los espíritus inmundos» (Mc
6,7) y con un bagaje casi inexistente -«Les ordenó que nada tomasen para el
camino, fuera de un bastón: ni pan, ni alforja, ni calderilla en la faja; sino:
‘Calzados con sandalias y no vistáis dos túnicas’» (Mc 6,8)- inician la misión
de la Iglesia. La eficacia de su predicación evangelizadora no vendrá de
influencias humanas o materiales, sino del poder de Dios y de la sinceridad, de
la fe y del testimonio de vida del predicador. «Todo el impulso, la energía y
la entrega de los evangelizadores provienen de la fuente que es el amor de Dios
infundido en nuestros corazones con el don del Espíritu Santo» (Juan Pablo II).
Habiendo comenzado el siglo XXI, la Buena Noticia no ha
llegado todavía a todas partes, ni con la intensidad que era necesaria. Se ha
de predicar la conversión, hay que vencer a muchos espíritus malignos.
Quienes hemos recibido la Buena Noticia, ¿lo sabemos
valorar? ¿Somos conscientes de ello? ¿Estamos agradecidos? Sintámonos enviados,
misioneros, urgidos a predicar con el ejemplo y, si fuera necesario, con la
palabra para que la Buena Nueva no falte a quienes Dios ha puesto en nuestro
camino.
Rev. D. Jordi SOTORRA i Garriga (Sabadell, Barcelona,
España)
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