Hoy celebramos la fiesta de la Visitación de María a su
prima Isabel (madre de Juan el Bautista).
María "se puso en camino y con presteza fue a la
montaña" (Lc 1,39), para dirigirse a la casa de su prima Isabel cuya
próxima maternidad le había sido revelada por el ángel. Y no va sola: el Verbo
hecho carne está con ella, y con ella va a través de montes y collados en busca
de las criaturas que ha venido a salvar. Así comienza María su misión de
portadora de Cristo al mundo. Las molestias de un viaje a una región montañosa
no la arredran; su dignidad de Madre de Dios no la retiene, antes la estimula,
porque intuye que el privilegio de su maternidad divina se ordena a la
salvación del mundo.
Muy cómodo le hubiera sido permanecer en Nazareth
adorando, en la soledad y en silencio, al Verbo divino encarnado en sus
entrañas sin embargo el primer acto que la Virgen realiza apenas hecha Madre de
Dios, fue precisamente un acto de caridad para con el prójimo.
María se transformó así en Madre, discípula y portadora
de la Buena Noticia de Jesús. ¡Qué grandiosa misión!
En esa oportunidad, y luego de recibir el saludo de
Isabel «Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno; y ¿de dónde
a mí que la madre de mi Señor venga a mí? Porque, apenas llegó a mis oídos la
voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno. ¡Feliz la que ha creído que
se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!», la Santísima
Virgen pronunció las palabras de alabanza a Dios que conocemos como el
Magníficat.
Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi
espíritu en Dios mi Salvador, porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones porque
el Poderoso ha hecho obras grandes por mí. Su nombre es Santo y su misericordia
llega a sus fieles de generación en generación.
Él hace proezas con su brazo, dispersa a los soberbios de
corazón. Derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes. A los
hambrientos los colma de bienes y a los ricos despide vacíos.
Auxilia a Israel su siervo, acordándose de su santa
alianza según lo había prometido a nuestros padres en favor de Abrahán y su
descendencia por siempre.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo como era en
principio ahora y siempre por los siglos de los siglos. Amén.
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