2° DOMINGO DE
PASCUA (C) – DOMINGO DE LA DIVINA MISERICORDIA
En el año 2000, el papa Juan Pablo II instituyó el
segundo domingo de Pascua como el Día de
la Divina Misericordia. Y en este año, en que el papa Francisco ha
proclamado el Jubileo Extraordinario de la Misericordia, celebramos este día de
manera muy especial. En el comienzo de la bula Misericordiae Vultus, nuestro
querido pontífice se expresa de la siguiente manera: “Jesucristo es el rostro de la misericordia del Padre. El misterio de
la fe cristiana parece encontrar su síntesis en esta palabra. (...) Siempre
tenemos necesidad de contemplar el misterio de la misericordia. Es fuente de
alegría, de serenidad y de paz”.
PRIMERA LECTURA
Lectura de los Hechos de los Apóstoles (Hech 5, 12-16)
Los Apóstoles hacían muchos signos y prodigios en el
pueblo. Todos solían congregarse unidos en un mismo espíritu, bajo el pórtico
de Salomón, pero ningún otro se atrevía a unirse al grupo de los Apóstoles,
aunque el pueblo hablaba muy bien de ellos. Aumentaba cada vez más el número de
los que creían en el Señor, tanto hombres como mujeres. Y hasta sacaban a los
enfermos a las calles, poniéndolos en catres y camillas, para que cuando Pedro
pasara, por lo menos su sombra cubriera a alguno de ellos. La multitud acudía
también de las ciudades vecinas a Jerusalén, trayendo enfermos o poseídos por
espíritus impuros, y todos quedaban sanados.
Palabra de Dios.
SALMO RESPONSORIAL
Sal 117, 2-4. 13-15. 22-27a
R. ¡Den gracias al
Señor porque es bueno, porque es eterno su amor!
Que lo diga el pueblo de Israel: ¡Es eterno su amor!
Que lo diga la familia de Aarón: ¡Es eterno su amor!
Que lo digan los que temen al Señor: ¡Es eterno su amor!
R.
La piedra que desecharon los constructores es ahora la
piedra angular.
Esto ha sido hecho por el Señor y es admirable a nuestros
ojos.
Este es el día que hizo el Señor: alegrémonos y
regocijémonos en él. R.
Sálvanos, Señor, asegúranos la prosperidad.
¡Bendito el que viene en nombre del Señor!
Nosotros los bendecimos desde la Casa del Señor:
el Señor es Dios, y él nos ilumina. R.
SEGUNDA LECTURA
Lectura del libro del Apocalipsis (Apoc 1, 9-11a. 12-13.
17-19)
Yo, Juan, hermano de ustedes, con quienes comparto las
tribulaciones, el Reino y la espera perseverante en Jesús, estaba en la isla de
Patmos, a causa de la Palabra de Dios y del testimonio de Jesús. El Día del
Señor fui arrebatado por el Espíritu y oí detrás de mí una voz fuerte como una
trompeta, que decía: “Escribe en un libro lo que ahora vas a ver, y mándalo a
las siete Iglesias que están en Asia”. Me di vuelta para ver de quién era esa
voz que me hablaba, y vi siete candelabros de oro, y en medio de ellos, a
alguien semejante a un Hijo de hombre, revestido de una larga túnica que estaba
ceñida a su pecho con una faja de oro. Al ver esto, caí a sus pies, como
muerto, pero él, tocándome con su mano derecha, me dijo: “No temas: Yo soy el
Primero y el Último, el Viviente. Estuve muerto, pero ahora vivo para siempre y
tengo la llave de la Muerte y del Abismo. Escribe lo que has visto, lo que
sucede ahora y lo que sucederá en el futuro”.
Palabra de Dios.
EVANGELIO
+ Lectura del Santo Evangelio según san Juan (Jn 20,
19-31)
Al atardecer del primer día de la semana, los discípulos
se encontraban con las puertas cerradas por temor a los judíos. Entonces llegó
Jesús y poniéndose en medio de ellos, les dijo: “¡La paz esté con ustedes!”.
Mientras decía esto, les mostró sus manos y su costado. Los discípulos se
llenaron de alegría cuando vieron al Señor. Jesús les dijo de nuevo: “¡La paz
esté con ustedes! Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes”.
Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió: “Reciban el Espíritu Santo. Los
pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a
los que ustedes se los retengan”. Tomás, uno de los Doce, de sobrenombre el
Mellizo, no estaba con ellos cuando llegó Jesús. Los otros discípulos le
dijeron: “¡Hemos visto al Señor!”. Él les respondió: “Si no veo la marca de los
clavos en sus manos, si no pongo el dedo en el lugar de los clavos y la mano en
su costado, no lo creeré”. Ocho días más tarde, estaban de nuevo los discípulos
reunidos en la casa, y estaba con ellos Tomás. Entonces apareció Jesús, estando
cerradas las puertas, se puso en medio de ellos y les dijo: “¡La paz esté con
ustedes!”. Luego dijo a Tomás: “Trae aquí tu dedo: aquí están mis manos. Acerca
tu mano: métela en mi costado. En adelante no seas incrédulo, sino hombre de
fe”. Tomás respondió: “¡Señor mío y Dios mío!”. Jesús le dijo: “Ahora crees,
porque me has visto. ¡Felices los que creen sin haber visto!”. Jesús realizó
además muchos otros signos en presencia de sus discípulos, que no se encuentran
relatados en este Libro. Éstos han sido escritos para que ustedes crean que
Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y creyendo, tengan Vida en su Nombre.
Palabra del Señor.
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