En aquel tiempo, los magistrados hacían muecas a Jesús
diciendo: «A otros salvó; que se salve a sí mismo si él es el Cristo de Dios,
el Elegido». También los soldados se burlaban de Él y, acercándose, le ofrecían
vinagre y le decían: «Si tú eres el Rey de los judíos, ¡sálvate!». Había encima
de él una inscripción: «Éste es el Rey de los judíos».
Uno de los malhechores colgados le insultaba: «¿No eres
tú el Cristo? Pues ¡sálvate a ti y a nosotros!». Pero el otro le respondió
diciendo: «¿Es que no temes a Dios, tú que sufres la misma condena? Y nosotros
con razón, porque nos lo hemos merecido con nuestros hechos; en cambio, éste
nada malo ha hecho». Y decía: «Jesús, acuérdate de mí cuando vengas con tu
Reino». Jesús le dijo: «Yo te aseguro: hoy estarás conmigo en el Paraíso».
(Lc 23,35-43)
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