La imagen de hoy nos ayuda a entender que cuando oramos, “el Espíritu que viene en ayuda de nuestra debilidad porque no sabemos orar” (Rom 8, 26-27), viene para orar con nosotros y en nosotros.
Es el Espíritu de amor que el Padre y el Hijo comparten eternamente, que nos fue derramado en el corazón, el que viene como dulce huésped. Su llegada y alojamiento es tan afín al propio corazón, que San Ignacio comparará su entrada, con la que hace la gota de agua en la esponja.
En la imagen que contemplamos también queda bien clara esta afinidad. Es un mismo y único Espíritu el que entra y sale, estableciendo la comunión en el amor con él, con las creaturas y con nosotros mismos.
Por el contrario, el espíritu del Tentador, aunque entre bajo apariencia de bueno, siempre provocará una disonancia. San Ignacio dirá que es como la que provoca la gota de agua al caer sobre la piedra.
Mas no sólo es el Tentador el que trae disonancias, también nuestro propio espíritu puede provocar ciertos ruidos interiores al ser invitado a unirse al Amor de su dulce huésped, e interiormente resistirse.
Tendremos que estar atentos al orar, para percibir lo que guarda y fortalece la comunión en el amor, y lo que provoca disonancias o hace ruido interior.
Javier Albisu sj
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