Este día se celebran a todos los millones de personas que han llegado al cielo, aunque sean desconocidos para nosotros.
Santo es aquel que ha llegado al cielo, algunos han sido canonizados y son por esto propuestos por la Iglesia como ejemplos de vida cristiana. Pero hay muchos otros que sólo Dios conoce porque han pasado por la vida sembrando virtudes y no han tenido el reconocimiento oficial de la Iglesia. Son los héroes de cada día. Héroes de la Fe y del Amor.
La santidad cristiana no es una perfección levantada sobre virtudes abstractas. Entre el filósofo cristiano, que ordena su vida según una ética rigurosa y el santo, hay una diferencia sustancial. El primero sirve a una idea, el segundo imita a una persona. El santo es la reproducción de Cristo.
Los santos no fueron estatuas. Vivieron, se movieron, conversaron y también, a veces, pecaron. Ante sus contemporáneos no siempre tuvieron aquella aureola que se les colocó el día de su canonización. Sus vidas pueden ejercer una saludable influencia sobre nosotros, estimulándonos a la santidad precisamente por el sistema pedagógico más eficaz: el ejemplo.
Debemos conocerlos y amarlos para que nos enseñen y ayuden en el camino del seguimiento cristiano.
"Gocémonos todos en el Señor, al celebrar esta fiesta en honor de todos los Santos, de cuya solemnidad se alegran los Ángeles, y ensalzan al Hijo de Dios".
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