Señor, en tu fuerza Ella se regocija y tu socorro le produce una gran alegría. Tú le acordaste el deseo de su Corazón y no defraudaste sus ruegos porque la colmaste de muchas bendiciones. Sobre su cabeza colocaste una corona de piedras preciosas.
Su corona es Cristo, según la palabra del sabio: «Un hijo dotado de sabiduría es la corona de su madre»
Y es una corona de piedra porque en el Antiguo y en el Nuevo Testamento, Cristo figura bajo el nombre de piedra: piedra por su poder, y piedra preciosa por su gloria. El salmista reúne esos dos aspectos cuando dice: «El Señor de los ejércitos, es piedra preciosa, porque es Rey de gloria.» No hay nada más fuerte que esta piedra, ni nada más precioso que esta gloria.
San Bernardo de Claraval (Ocho Homilías Marianas)
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